Imagen Juan María García Campal

Gozo, no rincón, de pensar

29/07/2015
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
No recuerdo dónde ni a quién escuché el otro día, dirigida a un impúber, la frase: y cuando lleguemos, te vas al rincón de pensar. Sí recuerdo que el tono de voz denotaba reprimenda –cosa que debe reprimirse–. Sonó como aquellos «ya verás cuando…» que casi todos escuchamos alguna vez, a modo de amenazante y pedagógica transferencia de responsabilidad. Alguien con mayor autoridad, o que nos inspiraba mayor respeto, acaso sólo temor, sería quien nos enmendaría la plana, el comportamiento. Conste que me parece bien que se corrijan o amonesten los conductas inadecuadas y más si tales acciones forman parte del educar a los hijos de cada cual; incluso comprendo –la paciencia es virtud consumible– el uso de la reprimenda, aunque de ésta prefiera, obviamente, más su componente de enmienda, que el de represión.

Desde dicha escucha, rebotó en mi cabeza aquel amenazante «te vas al rincón de pensar». Me hizo recordar, por semejanza, cómo en mi infancia el rincón, si lo había disponible, o la pared, más abundante, era lugar de condena donde se cumplía la pena de «mirar a…». Y, como siempre, pensé que quizás de ahí nos venga nuestra limitación a sólo ver, que de ahí proceda, entre otras causas, el poco uso y disfrute de las más elevadas posibilidades, placeres, que nos garantiza el sentido de la visión: mirar, admirar, contemplar.

Navegué por la red en busca de reseñas sobre el «rincón de pensar». En casi todas las páginas visitadas me encontré referencias al ‘time out’ (tiempo fuera, ¿expulsión?; tiempo libre en su versión edulcorada) y en casi todas presentado como eufemismo –vaselina lingüística– de castigo. No me cabe duda que hay conductas merecedoras de castigo adecuado, incluso de la «bofetada pedagógica» en el sentido defendido por Savater.

Sí me cabe duda y más sobre la asociación de la acción de pensar con el concepto castigo. Cómo lo que nos hace racionales va a formar parte de una sanción que se quiera educativa. ¿Dónde la capacidad de diálogo («plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos», esplendorosa fijación del DRAE) de quien educa o la ha abandonado o delegado? ¿No exige éste también del pensamiento? ¿Y mientras el reo se encuentra en el rincón, quién le enseña las bondades del comportamiento correcto? ¿Quién le descubre al educando esa colección de pensamientos que son farmacia donde se encuentra remedio a todos los males, que diría Voltaire? Enseñemos el gozo de pensar, de reflexionar, de ser racional. Humanos.
Lo más leído