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Gotín de anís, por ‘maosetún’

11/11/2018
 Actualizado a 13/09/2019
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Cuando interrumpieron bruscamente mi formación para que fuera a un colegio como los blancos de la ciudad lo que más me extrañaba al llegar noviembre es que iba atento por las mañanas por la calle y no escuchabachillar a ningún gocho en los amaneceres de las casas de los vecinos... Y mira que yo iba al tanto, atento, pero nada, ni un ruido. Coches que pitaban, monjas que no decían ni pío pero de la matanza del gocho ni rastro.

¿Aquí nadie mata el gocho? ¿cómo puede ser que no me pueda meter un desayuno que tumbe a un vegetariano patas arriba con la única invitación de que si chilla el gocho ya estás invitado? Y si se descuida la jefa de la casa con matanza igual hasta caía un gotín de anís, que por el sanmartino nunca fue pecado de confesar.

¿Es que en esta ciudad no existe el colectivo de mujeres con más prestigio en el pueblo, el del Grupo de Sabias que Saben Sazonar el Mondongo y lo Prueban (SSSM)? ¿Es que en la capital no hay nadie que sea respetado porque es el matarife y jamás se le levantó un gocho del banco? ¿En ninguna casa a la salida de la escuela puedes entrar y te dan un cacho de pan de hogaza con un lomo fresco recién hecho en la chapa de la cocina con un poco de sal?

¿Es que no hay dios en los cielos?, que diría mi madre.

Y lo que es peor, el día que pregunté a los de la bancada capitalina que quién era el capador estuvieron a punto de pedirme el expediente disciplinario. Menos mal que Santiago el de Argovejo me sacaba de la depresión cuando me decía aquello de «convéncete, desde que murieron los capadores no se hace buena cirugía». Sabio, más que sabio.

Pues ahora resulta que me levanto en el pueblo, me pongo a escuchar y estamos como en los peores tiempos del frailismo, ni un puto gocho grita en el horizonte, ni una puerta abierta, ni huele a lomo en ninguna cocina, el gotín de anís es una especie en extinción como el dinero y el peatón, el capador tiene las cuchillas artinadas...

Y los gochos campan a sus anchan por los telediarios; eso sí, han aprendido a andar a dos patas, ellos dicen piernas.
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