16/06/2022
 Actualizado a 16/06/2022
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No hace ni siquiera un mes que se produjo una masacre en la escuela de Uvalde, Texas, que dejó veintiún muertos, diecinueve de ellos niños. Los asesinó un chaval de dieciocho años qué, por lo visto, estaba muy mal de la cabeza, o lo habían hecho así su familia o la sociedad, ¡vete a saber! La mayoría de los muertos eran hijos o nietos de mexicanos emigrados a los Estados Unidos. El homicida también lo era. Según piensa Sean Baker, uno de los cineastas más provocadores, «estas matanzas las realizan gente marginada y pobre. Y los que mueren, también lo son». También afirma, sobre su última película, que «básicamente, demuestro que el mundo capitalista no invita a todos». Pero no quiero ir más por este camino...

¿Os fijasteis, cuándo dieron la noticia en las televisiones, en que todos menos dos niñas, estaban muy, muy gordos? Y los padres y los abuelos, también. Es la consecuencia de la pobreza...; hace cincuenta o sesenta años, los pobres del mundo eran delgados porque no les quedaba otro remedio. Hoy, los que están delgados, y sanos, son, en una abrumadora mayoría de los casos, gente rica que puede comprar productos sanos, caros y a precio puta. Los pobres se tienen que apañar adquiriendo comida precocinada (pizzas, hamburguesas, lasañas o canelones), llena hasta los topes de conservantes, estabilizantes y otros venenos. Tienen cantidades exageradas de glutamato monosódico, el aditivo que funciona de forma parecida a la nicotina, y que hace que comamos más. Estas incongruencias hacen que, si son ciertas las previsiones, en el 2050 habrá un cincuenta por ciento de gordos, y las enfermedades cardiovasculares y el cáncer seguirán siendo las que provoquen más muertes.

Don Quijote daba a Sancho sabios consejos: «Come poco y cena más poco, que la salud del cuerpo se fragua en la oficina del estómago». Y un médico, (del que no recuerdo el nombre y lo siento de veras), decía en Radio Nacional, a principios de este siglo, «poca cama, poco plato y mucha suela de zapato». Aún así, los pobres seguirán padeciendo esta pandemia irresoluble porque no podrán acceder a otro tipo de comida, mientras los ricos podrán adquirir súperalimentos y dispondrán de entrenadores personales que les marquen dietas, ejercicios y actividades beneficiosas para la salud. Incluso, en caso de que la dieta no logre hacerlos adelgazar, podrán pagar clínicas privadas carísimas dónde los pongan en forma en dos semanas... Como veis, es el mundo al revés. Los parias de la tierra no se han venido arriba, la famélica legión no se ha puesto en pie, ni atruena la razón en marcha ni es el fin de la opresión...

En los años de hierro, después de la guerra civil, en España no había gordos...; o había muy pocos. Casi no se usaba el aceite de oliva, la carne era un lujo al alcance de muy pocos, (hay un dicho muy famoso que afirmaba que «cuando un labrador come un pollo, o es que está enfermo el pollo o está enfermo el labrador»), y el pescado que llegaba a la mesa los días de vigilia se reducía al bacalao, (el pan de los pobres), el chicharro, (el mismo pan, los mismos pobres), a las truchas, a los barbos o a los escallos que apañaban en el río en plan furtivo. Comían muchísima legumbre, sopas de ajo, algún huevo frito y la ración consistía en tocino de gocho, (quién pudiese), o de oveja y un cacho de chorizo. Trabajaban como esclavos, de sol a sol, y los días feriados jugaban a los bolos o improvisaban un corro de aluches entre los mozos del pueblo. El truco es que lo poco que se llevaban a la boca estaba cocinado en el momento y los únicos aditivos que conocían eran la sal y el pimentón. No es lo mismo, desengañaros, abrir una lata de fabada ‘Litoral’, que hacer unas alubias con chorizo. Sí, es mucho más cómodo abrir la lata, pero también es mucho más insano. Cuando cocinas tú propia comida, cuando le pones tiempo y cariño al hacer un plato de lentejas viudas, ganas en salud.

El otro día, un amigo de León traspasado a Vegas por cuestiones maritales, comentó en el bar que se acordaba de cuando su madre compraba la leche a un fulano de Villaobispo. Al cocerla, criaba una nata de dos dedos de grosor. Hoy, si compras un litro de leche a un ganadero, te cría una telina que no llega al milímetro. ¿Es mala la leche de hoy? No; seguro que no. Pero hoy, las vacas, son fábricas ambulantes de leche, geneticamente construidas para producir litros y más litros. El tipo de Villaobispo qué iba a casa de su madre, tenía las vacas paciendo en el prao, eran de otra raza, dura como un morrillo y también servían para arar o trillar.

Voy a hacer una cosa que nunca hago: os voy a dar un consejo: comáis lo que comáis, cocinarlo vosotros mismos. Hacer una hamburguesa es la cosa más chorra del mundo: le pedís al carnicero medio kilo de carne picada, la adobáis a vuestro gusto y ya está. Os costará menos y será mucho más sana y sabrosa que la de os venden en el súper...

Salud y anarquía, incluso en la comida. 
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