González Hernando: "Siempre te pueden someter a presiones, y no sólo altos cargos, también ciudadanos"

Entrevista a la primera jueza de León, distinguida con la Cruz de San Raimundo de Peñafort

Isabel Herrera
20/01/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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Puso el primer nombre de mujer a la judicatura leonesa y esta semana ha sido reconocida con la Cruz Distinguida de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, que reconocen y premian los méritos contraídos por cuantos intervienen en la Administración de Justicia y en el estudio del Derecho. María Dolores González Hernando se jubiló en el año 2017 tras más de tres décadas dedicada a la carrera judicial.

–¿Qué le atrajo de la carrera judicial para dedicarse a ella?
–Hay que tener en cuenta que, cuando yo terminé Derecho, en el año 1978, la información era mucho más limitada y el campo de las oposiciones también era menos conocido. Yo siempre compartí muchísimo el compañerismo y la amistad y, en ese tiempo, la mayoría de mis compañeras de universidad decidieron también iniciar sus estudios en la carrera judicial, y eso fue lo que me impulsó a seguir por ahí.

–Y así se convertiría en la primera jueza de la provincia de León…
–Sí, tampoco hay que destacarlo como algo trascendental, sino como una serie de coincidencias que confluyeron; mujer opositora (a juez) en ese momento era exclusivamente yo, con Javier Amoedo, pero al poco tiempo, también hay que decirlo, se fueron incorporando otras mujeres a la carrera judicial porque existía esta posibilidad desde la Ley 96/1966 que permitía este ejercicio judicial, en la carrera judicial y fiscal, tanto a los hombres como a las mujeres.

–¿Cuántas mujeres juezas había en España en ese momento?
–Nada... un 5% de la totalidad de los alrededor de 4.000 jueces seríamos, pero actualmente la mujer representa el 60%.

–¿Cómo vivió la incorporación de la mujer a la judicatura y cómo cree que se encuentra ahora?
–La mujer ha ido accediendo rápidamente. Aquellos años un gran número de mujeres nos decantamos por la carrera de Derecho y, al terminar Derecho, un porcentaje importante (entre el 10 y el 15%), por las oposiciones a la carrera judicial. ¿Después qué ha ocurrido? Que al existir publicidad, al tener conocimiento de que otras mujeres habíamos iniciado y habíamos promocionado en esta carrera, empezó a llenarse de mujeres casi al mismo nivel que de hombres, y actualmente ha superado al número de hombres.

La Justicia actual requiere de más medios personales, materiales, tecnológicos, la sociedad lo demanda–¿Sintió en algún momento discriminación por ser mujer?
–No, yo no noté discriminación, porque también tengo que decir que mi trabajo y mi puesto estaba investido de autoridad, eso ya por sí solo, independientemente del género, suponía respeto y consideración hacia la persona que ejercía una autoridad judicial. Pero esto no quiere decir que en aquellos tiempos no existiese discriminación hacia la mujer, no vamos a engañarnos, existía y existe hoy; porque la mujer en la judicatura, en los puestos base como el mío, está todo normalizado, pero claro, cuando entramos en altos cargos dentro de la función judicial, ya sea Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo, Tribunales Superiores de Justicia, Consejo General del Poder Judicial, pues sí, se nota que ahí todavía hay que llevar y aumentar el número de mujeres. Las mujeres no llegan con la debida prontitud a altos cargos.

–Hay discriminación entonces en los puestos de libre designación mientras que en los procesos de acceso por méritos propios la mujer ha igualado e incluso superado a los hombres...
–Sí, son puestos de libre designación y ahí confluyen circunstancias ajenas a la carrera judicial, y digo por eso que cuando se hagan estos nombramientos que se tenga en cuenta no sólo la profesionalidad, como es lógico, la preparación, sino también que hay muchas mujeres que pueden igualmente acceder a esos cargos con dignidad y con todo el derecho del mundo.

–Y al sistema judicial, ¿cómo lo ha visto evolucionar?
–El poder judicial, como poder integrante del Estado, es el encargado de impartir justicia en la sociedad. Pero la Justicia actual requiere de más medios personales, materiales, de más tecnologías punteras, la sociedad lo demanda. Hay que evolucionar hacia una justicia más rápida y eficaz, a una justicia sobre todo ágil, que permitaa los ciudadanos sentirse protegidos.

–¿Ha sentido alguna vez la desconfianza de los ciudadanos hacia la Justicia?
–Ha cambiado mucho la presencia del ciudadano en la Justicia. En los primeros años, cuando yo ingresé, la justicia estaba un poco despoblada legislativamente; existían leyes concretas, pero no abarcaban todos los campos del derecho. Desde que nuestra España es democrática, y a partir de las primeras elecciones sobre todo, es cuando nace una nueva legislación, un nuevo criterio social, es cuando el ciudadano empieza a estar informado, empieza a ser libre y conoce sus derechos. Es cuando se produce un cambio radical en la Justicia, pasa a ser una justicia más cercana al ciudadano, la presencia del ciudadano en los edificios judiciales es continua, con lo cual nuestra relación empieza a ser más estrecha, y ¿qué ocurre?, que entonces el ciudadano exige más, porque nos va conociendo, hay un intercambio de opiniones y el ciudadano comienza a sentirse protegido, a reclamar el servicio público, a reclamar que nosotros somos funcionarios que estamos en los Presupuestos Generales del Estado… Como nuestro trabajo es, precisamente, juzgar y atender a los conflictos, por mi profesionalidad y por mi personalidad siempre pude controlar cualquier situación que fueses fuera de lugar, y saber comprender el problema del ciudadano.

La discriminación a la mujer existía y existe, en el poder judicial en puestos de base no, pero en altos cargos sí–¿Qué le diría a un ciudadano que ponga en tela de juicio la independencia de la Justicia?
–Yo estoy convencida de que la independencia judicial existe, si no no podría haber trabajado y estar aquí, porque alguna cortapisa podría haber existido, yo no tuve ningún problema. Siempre te pueden someter a presiones, pero no hace falta que sea de cargos importantes, sino los meros ciudadanos. Cualquier persona, cuando tiene en juego sus intereses, quiere que se le dé la razón, y entonces es ahí donde debemos contemplar inicialmente la independencia en el trabajo diario de los jueces, de los tribunales, y en todas las personas que la integran. Luego está la independencia entendida como altos cargos de elección, que no digo que sean politizados pero, en cierta manera, hoy por hoy dependen de las Cortes y de cargos políticos.

–¿Qué caso recuerda que le marcara especialmente?
–He tenido multitud de casos, hay que comprender que del año 80 al 2017… algunos más mediáticos que otros, como el del cierre del Matadero municipal en los años 90, pero sobre todo uno que a mí me dejó bastante impronta, porque era de un menor que tuvo un accidente en un colegio de León–un balonazo en un patio escolar que dejó parapléjico a un niño– y se estableció por primera vez una responsabilidad del personal docente, y bueno, ahí nació, a raíz de esa sentencia, no sólo mía, sino del Tribunal Supremo, los seguros de responsabilidad del personal docente.

–¿Siente un juez miedo a equivocarse con sus sentencias?
–Sobre todo cuando eres más joven quizá sientes más esa responsabilidad, porque no conoces… y es que el derecho no es sólo lo que estudias, sino lo que cada caso te va aportando y a raíz de los años, vas comprendiendo qué requerían los asuntos, y aun así, puedo decirte que a lo largo de toda mi carrera siempre me he quedado preocupada de la mayoría de los casos porque quería que fuesen perfectos, que equilibrasen a las dos partes, pero es muy difícil, esa es la Justicia, y sin justicia la sociedad ni es libre ni independiente.

–Cada vez hay más casos de violencia de género en los Juzgados, ¿cómo lo interpreta?
–Es chocante. En mis primeros años no había tantos y, de repente, no de la noche a la mañana pero sí de forma rápida, a partir de los 90, quizá porque la mujer empieza a estár informada, porque nacen las primeras asociaciones, movimientos feministas arraigados, pero que ya tienen dentro de la sociedad su implantación… Yo creo que eso fue lo que animó a las mujeres a denunciar, a no tener tanto miedo al hombre dentro de la relación conyugal, y comenzó la variedad y el aumento de casos, que cada vez eran más acuciantes. En principio, yo, durante el tiempo que estuve en la jurisdicción de instrucción, viví momentos duros, difíciles, porque todavía no estaban bien implantadas las ayudas a las mujeres. Cuando pasé ya a la jurisdicción civil en exclusiva a través de mis compañeros de lo penal o de los medios comprendí que quedaba mucho por caminar y por ayudar a las mujeres en situación de represión. Creo que se han dado pasos importantes en este sentido, pero también que la mujer debe tener una independencia, conseguir por sus propios medios su libertad, no depender, en la manera posible, de otra persona, porque las ataduras por falta de economía, de dinero, son importantes. Si ellas no pueden, para eso debe estar la Justicia y deben contar con todos los medios que las libere del miedo que tienen.
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