17/09/2021
 Actualizado a 17/09/2021
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Si nadie a última hora lo remedia, todo apunta que en la reforma de la PAC, cuyo texto para la aplicación en España aprobará el ministro del ramo y los consejeros de agricultura de las diecisiete comunidades autónomas, el sector que va a salir más perjudicado es el maíz. Nuestros gobernantes se aferran a la medida de que las fincas tienen que cambiar de cultivo cada año, y esto significa que donde ahora sembramos únicamente maíz, en un futuro inmediato hay que reducirlo a la mitad y buscar un cultivo alternativo. De nada parece servir el argumento de que el maíz es un cultivo deficitario en nuestro país y que por lo tanto lo que dejemos de producir aquí hay que importarlo. De nada sirve el argumento de que el maíz tiene todavía un gran potencial desde el punto de vista agronómico para incrementar las producciones y con ello la rentabilidad, y que gracias a él se están amortizando las impresionantes inversiones que hacen tanto las administraciones públicas como los agricultores. De nada sirve demostrar que el maíz se lleva cultivando en miles de fincas de la provincia de León año tras año, sin rotación alguna, y que los terrenos lejos de esquilmarse mejoran agronómicamente al tener una buena estructura, altos porcentajes de materia orgánica y un correcto equilibrio de nutrientes. De nada sirve demostrar que el maíz es el cultivo que menos fitosanitarios –llámense pesticidas– necesita, dado que es fácil combatir las malas hierbas y que las plagas y enfermedades son casi inexistentes. De nada sirve argumentar que la superficie que detraigamos del maíz para sembrar otros cultivos va a generar excedentes y con ello provocaremos una distorsión de los mercados que conllevará pérdidas para toda la cadena desde la producción a la transformación. No es cuestión de argumentos, que los tenemos y muy sólidos, es cuestión de que los políticos se han puesto unas anteojeras y solo ven lo que quieren ver, y lo que quieren ver son medidas bien recibidas por la opinión pública que se traduzcan en simpatías y votos de una ciudadanía que por lo general vive de espaldas al campo.
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