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Gol en propia puerta a nuestra conciencia

23/01/2020
 Actualizado a 23/01/2020
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El riesgo de querer blanquear algunos de los cuartos negros en los que convivimos es que ennegrezcamos algunas de las paredes blancas que tenemos a nuestro alrededor. Y esto creo que es lo que ha sucedido con la celebración de la Supercopa de España de fútbol en Arabia Saudí. Una vez rebajada la tensión vivida en las redes sociales antes, durante y después de este evento deportivo, es buen momento para echar la vista atrás y reflexionar sobre todo lo acontecido. Y es que todavía siguen dando algunos coletazos, como el protagonizado por mi paisana la coyantina Ana Muñoz, que hasta hace unos días era vicepresidenta para Asuntos de Integridad de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y que tras decidir no formar parte de la expedición que viajó a tierras saudíes, ha abandonado su cargo.

Pero volvamos al desierto de los derechos humanos de Arabia Saudí. Desde hace varios años el dinero conseguido con el oro negro está siendo utilizado para comprar acontecimientos deportivos de prestigio mundial para vender al resto del mundo una imagen distorsionada de la realidad. Ya ven, comprar y vender. De esto va la historia de hoy. No voy a poner en duda que alguna parte de la sociedad de esas latitudes quiera que se den ciertos cambios y florezcan algunos derechos humanos, pero creo que están tan enterrados debajo de la arena, que regándolos con dinero no es suficiente. Además, creo que se están equivocando intencionadamente con la dirección de la manguera. Sería más interesante que los millones que se gastan de cara al exterior, se utilizaran para regar internamente las conciencias de ellos y ellas para que de una vez por todas, entiendan que las mujeres no deben estar escondidas en el banquillo de la vida, enfundadas en un chándal negro de cuerpo entero, incluido su rostro.

El problema no es que el fútbol español colabore en un lavado de imagen, lo criticable es que se quiera vender como un acto de compromiso con la lucha de los derechos de las mujeres. No nos equivoquemos, la Supercopa de España se ha celebrado en Arabia Saudí por un motivo estrictamente económico, más concretamente 120 millones de euros por tres años de peregrinación. Lo otro, la lucha por la igualdad es algo colateral y que sirve para tapar con un Niqab hecho con petrodólares un negocio totalmente lícito, pero que se tambalea éticamente.

Lo que deberíamos pensar es si la RFEF debe actuar rigiéndose por unos principios y valores que por ejemplo no respetan nuestros dirigentes políticos. Tampoco vayamos a endosarle ahora a Rubiales y a los suyos la obligación de asumir unos compromisos éticos que otros no adquieren. ¿O es que nos hemos olvidado por ejemplo de cómo el alcalde de Cádiz, el revolucionario, progresista y libertador Kichi, justificó la necesidad de mantener el contrato de venta de varias corbetas para Arabia Saudí para proteger el empleo de miles de gaditanos? Pero no nos engañemos, en eso de mirar para otro lado cuando hay dinero de por medio somos expertos en nuestro país desde hace décadas, sin distinción de siglas políticas ni de procedencia. Y es que cuando tenemos que elegir entre ética y dinero, la mayoría de las ocasiones nos pillan fuera de juego.

Ojalá que el negocio de esta Supercopa, además de ser rentable para el fútbol español también lo haya sido, aunque sea mínimamente, para las mujeres de Arabia Saudí, pero no nos metamos un gol en propia puerta a nuestra conciencia y queramos vestir de compromiso con los derechos humanos algo que sólo es un negocio. Porque seamos realistas, el fútbol es un negocio, la política es un negocio y la vida, nos guste o no, también es un negocio.
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