28/01/2016
 Actualizado a 08/09/2019
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Javier Orodea removió el corazón de los culturalistas con uno de esos goles que tardará en olvidarse. Era la culminación de una remontada extraordinaria, la remontada de la fe y de la valentía de un técnico al que algunos empezaban a hacer la maleta. Pueden pensar que no tenía más remedio que arriesgar. No les falta razón, pero no es una práctica tan habitual. La Cultural podía haberse llevado una goleada de El Plantío y su máximo responsable hubiera dado más argumentos a sus detractores, que deberán seguir observando a través de la mirilla.

Volvamos al principio. Marcó Orodea en una acción que sacó su principal virtud: la potencia. Llega este gol cuando se le busca una salida temporal, un billete de ida y vuelta. Conviene preguntarse porqué no ha despegado. El prometedor ariete que se vislumbraba en cada jornada en Puente Castro durante el curso pasado no despunta o, al menos, no se ha ganado la confianza del entrenador en un equipo que, en muchas ocasiones, ha pedido jugar con dos puntas. ¿Qué ha fallado?. Hay una realidad. A Ferrando nunca le convenció y se acabará saliendo con la suya, pero, ¿es el Logroñés un cobijo ideal?. No me creo que el segundo clasificado le garantice al chico los minutos que demanda en la Cultural, que debería asegurarse que va a jugar todo lo que necesita para regresar maduro. Y si así fuera, ¿por qué reforzar a un rival directo?. Parece que el “potro” seguirá el camino de otros jóvenes futbolistas que tampoco se ganaron un hueco en el equipo: Coutado, Sebas, Eric, Miñambres…Uno de los propósitos de cabecera del club era el crecimiento individual por encima o, a la vez, del colectivo. Revalorizar al jugador es tan importante como los resultados. Éstos son fabulosos, pero Ferrando solo cuenta con sus jugadores más experimentados. Una grieta en el manual de estilo. Hasta nueva orden, el gol de Oro apacigua los ánimos. Al menos, de puertas hacia fuera.
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