03/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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La reunión de taichi es mañana a las cinco. En el gimnasio. ¡Quién lo hubiera pillado en aquellos tiempos mozos en que no teníamos de eso! Cuando no había más gimnasios que las carreras matutinas por el camino que discurría paralelo a la vía del tren, ni más deporte que las panzadas colectivas de agua en el ‘Chusco’ en los atardeceres del Torío.

Pero hoy los imperativos que nos han traído las ansias repoblatorias ante los desafíos de la España rural vaciada requieren medidas urgentes también en materia de hábitos de vida saludable, ocio y bienestar. Así que no podía faltarnos un gimnasio en el pueblo, que la piscina ya la tenemos hace tiempo. Mobiliario deportivo que, como reza la célebre tonada de Villabalter, gozamos «como los de la ciudade».

Y el nuestro es un gimnasio en condiciones, a la manera de aquellos centros de entrenamiento griegos. Aunque aquí no va la gente desnuda –gimnasio proviene del griego ‘gymnos’, que significa desnudez– y es que así era como entrenaban aquellos atletas griegos para exhibir los atributos físicos de toda índole. Así que no creamos que lo del uso de tanto auxilio y potingue para realzar a la Afrodita o Hércules de turno es cosa novedosa. El culto al físico imponente se viene cultivando ya desde antes de Cristo. Aunque tales figuras de héroes, dioses y diosas pululan hoy encarnadas por gimnasios sudorosas y jadeantes paseándose entre máquinas y aparatos deportivos para envidia del resto de los mortales que nos afanamos por emularlas corriendo como hámsteres en estampida sobre las cintas transportadoras de sueños.

Otra de las virtudes de estas auténticas instituciones era ser punto de encuentro para filósofos. Y en eso también se parecen nuestros gimnasios. No hay más que quedarse tendido en la sauna para que lo divino y lo humano fluya de los labios de los usuarios. Que si la mujer no me entiende, que si el niño me suspendió, que carai con la clase política. En fin, auténticos divanes de psicoanálisis a la par que areópagos vaporosos.

Son pues, lugares recomendables para gente sana y sociable pero qué quieren que les diga. En estos tiempos veraniegos no encuentro mejores gimnasios que las hermosas praderas rodeadas de montañas calcáreas preñadas de vida ni adivino movimientos más saludables que los de las piernas deseosas de conquistar caminos y veredas o los de unos ojos que se embelesen enredados en las crestas de estos montes leoneses que son la envidia de cualquier Olimpo.
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