10/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Cálida era la noche. Paseábamos entre acacias embaucadoras. Una pareja de encantadoras damas sonrientes nos salió al encuentro. Preguntaron por la marcha de los ensayos de nuestro coro. Sabían que preparamos una velada cultural para las fiestas locales.

Yo conteste ingenuamente: «Bien vamos, pero una se nos resiste».

Entornando codiciosamente la mirada una de ellas preguntó: ¿ah si? Y… ¿quién?

Pero ante mi inesperada respuesta de que la de la resistencia no era una cantante sino una canción, la interpeladora se quedó como con hambre. Fin del salseo.

El tedio veraniego es lo que tiene. Motiva elucubraciones y murmuraciones varias para estar al día. Y el sopor estival estimula la necesidad de recibir aires nuevos. Aires que suponen una mezcla de gases de muy diversa índole entre los que se encuentra el temido grisú. Juan Carlos Lorenzana lo describe en sus deliciosos ‘Relatos mineros’ como gas «tan invisible como dañino. Esa mezcla de metano y oxígeno que, como es su siniestra costumbre, se convertía en el invitado inesperado, feroz y no deseado».

Existe la gente grisú que aterriza sibilinamente en vidas ajenas con aires antropófagos. Desplaza oxígeno y devora libertades. Son jefes axfisiantes, vecinos implacables, amigos posesivos, parejas celosas, padres hiperprotectores. Cortan caminos y cercenan iniciativas. Truncan sueños con lapidarios malos augurios. Se burlan de cualquier iniciativa que no concuerde con sus rectos y atinados diseños.

Cierto es que cumplen un inestimable papel en materia policial y de orden del mismo modo que el grisú realiza su función de ser fuente de energía. Pero será cuestión del damnificado valorar los pros y contras de la presencia, en su entorno más próximo, de estos agentes asfixiantes y tóxicos.

Los mineros detectan este gas gracias a ingenios como lámparas de llama. Cuando éstas pierden fuerza o se apagan enemigo al acecho. Habrá que revisar la propia luz para evitar apagones provocados por esa gente que mina.

Asimismo hay equipos de autorrescate tales como colocarse una máscara que permita respirar durante 30 minutos alejándose de cenizos aguafiestas.

Así que no faltan recursos para preservarse de los personajes grisú. Y tenemos la ventilación y apertura de ventanas. Dejar que entre la luz de la luna de agosto y de esas estrellas lacrimosas que por ser San Lorenzo, si las gaseosas nubes no hacen acto de presencia, divinizarán el cielo.
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