05/04/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Me cuentan que este año asistió más gente que nunca al Entierro de Genarín. Sucede desde hace tiempo que cada año la participación de gente es mayor en la antiprocesión pagana que se celebra la noche del Jueves al Viernes Santo en León.

Coincide, además, que hace unos pocos días se ha reeditado el libro que sobre Genarín y su famoso Entierro yo escribí hace ya más de tres décadas, esta vez en una editorial de gran alcance y en edición ilustrada por uno de los grandes de la edición del libro en España: el aragonés-catalán-parisino-madrileño Antonio Santos. Haciendo quizá honor a su apellido, las ilustraciones de éste son «santos» como aquéllos a los que se refería mi abuela al hablar de las de los libros de santos que ella leía, estampas –en este caso– de la vida, obras y milagros de Genarín, ese santo pellejero modelo de malas costumbres que, sin embargo –o precisamente por ello– ha pasado a la historia de León y me temo que también ya a la española, pues sus seguidores aumentan de día en día en todo el país. Según me cuentan también, además de haber aumentado notablemente la participación de personas en la procesión de esta Semana Santa, se detectaron entre ellas numerosos grupos de turistas, bastantes de ellos llegados en autobuses fletados desde distintas provincias de toda España, lo que indica que la devoción al santo bebedor se extiende.

Sin entrar ni salir en el debate que, coincidiendo con su celebración anual, sobre el Entierro de Genarín se desata entre muchos leoneses bienpensantes (aunque uno ya no participa en él, no deja de ser el evangelista de Genarín, por lo que su opinión no sería imparcial) sí quiero hacer notar la contradicción de que los mismos que consideran que sus procesiones atraen a muchos turistas a la ciudad, lo que produce a ésta sustanciosos beneficios económicos, le nieguen incluso ese mérito a la procesión que más forasteros atrae con gran diferencia ¿O será esto lo que precisamente más les molesta de ella?
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