31/01/2020
 Actualizado a 31/01/2020
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No era cualquier cosa aquel oficio. Debían tener voz fuerte y clara y mínimo, cinco pies de altura. Llevaban batín, gorra de plato, farol, garrota y un silbato de bronce para avisar de cualquier altercado o infortunio que la luna cubriera. Aunque cuentan que tanto fue el uso y abuso del pito ante el más mínimo percance, que la autoridad dejó de tomarlos en serio. Además de guardianes de las calles y confidentes de inconfesables secretos de la noche, eran reloj y termómetro al grito de «Las doce en punto y lluviaaa» o «Las doce en punto y serenooo» (perdón por los gritos). Como escribió Gloria Fuertes «El sereno era pasto de la noche, entendía de gritos de mujeres, sabía si parían o gozaban y reía o llamaba al cirujano». Un entrañable personaje al que, a pesar de la aparente simpleza del oficio, me hubiera gustado encontrar hace días en la avenida de los Cubos, convertida en un túnel negro sin más luces que los focos de los coches. Porque en León, donde ya es invierno desde hace un rato y de noche desde mucho antes, los gatos empiezan a ser pardos demasiado pronto. Me hubiera apetecido chillar para que acudiera un sereno conocedor de gritos y me ofreciera luz de farol y compañía al ver que lo mío no era gozo ni parto, era temor, aunque fueran las siete de la tarde y estuviera en pleno centro.

Hace un año criticaría que el encendido de farolas no estuviera sincronizado con el de la luna. Hoy la hora no importa porque las actuales y vanguardistas luminarias led, apenas alivian el paso de la oscuridad a la penumbra, como solución al excesivo consumo de las de vapor de sodio que nos iluminaron en mejores tiempos. No hace falta ‘tener muchas luces’ para reducir el coste, reduciendo la luz a la mitad (la cuenta la vieja se llama, si sabrán las madres de eso) y hay que tener mucha cara para llamar ahorro a los 20,8 millones que nos cuesta estar en penumbra, salvada por la luz del tráfico y comercios y convertida en oscuridad a medida que las calles se alejan del centro.

Este tema ya encabeza la lista de protestas de las asociaciones de vecinos de León: la merma de luz es proporcional a la merma de seguridad en las calles. De momento, hasta que abril nos ilumine con sus flores y acabe la obra, desahogaremos con el contestador del ‘teléfono de afectados’ del que disponemos, por aquello del derecho a la pataleta. Pero no abusemos, no nos pase como a los serenos y ante un aluvión de protestas, se les acostumbre la oreja al sonido y nos tomen ‘por el pito del sereno’.
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