21/12/2019
 Actualizado a 21/12/2019
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En estos días, son muchas las personas humanas que deciden trasladarse en tren para volver a casa. Y en estos días, nos vuelven a trilar una vez más, cambiándonos los trenes AVE por otros de inferior categoría, repitiendo una vez más la historia de los últimos años del León decadente. Esa historia, de sobra conocida por todos y que consiste en que los de arriba putean a León porque saben que los políticos aquí son dóciles, y no van a hacer nada porque ya han asegurado el sillón en Madrid.

Pero no todo es culpa de los de la cosa pública, los que sufrimos el timo, tampoco hacemos mucho más, y nos limitamos a indignarnos mientras tomamos un par de cañas. Así que en esto, como en otras muchas cosas, tendemos a ponerlo fácil, si tiene que haber recortes, ¡háganlos en León!

El tren me ha dado más alegrías que tristezas a lo largo de mi vida. Me gusta tanto, que incluso no me molestó que el lunes saliese con media hora de retraso (algo normal, según los usuarios más asiduos). Tampoco me indigné cuando el martes, volviendo de la capital, de donde vienen muchos conciudadanos estos días con las nuevas ropas y modas, también saliese con un gran retraso de la mítica estación de Chamartín.

Y allí, esperando a que el panel marcase la vía por la que vendría el tren, los de provincias somos fácilmente reconocibles. Perfectamente sentados con la maleta a dos palmos de distancia, la cartera y el móvil en los bolsos delanteros del pantalón, y hablando lo justo, porque ya se sabe que en cualquier momento pueden aparecer Tony Leblanc y Antonio Ozores…

Pero lo que más me llama la atención, es la hambruna que hay en el tren. Estamos acostumbrados a ver comer el típico bocata encima de la bandeja. Pero el asunto, en mi opinión, se nos está yendo de las manos desde el momento en que ves en la cola de embarque a gentes con la bolsa del Burguer King que esperan ansiosos a que el tren se ponga a rodar para sacar la ‘whoopper’. Pero lo más maravilloso, son aquellos que van equipados con bocadillo, botella de vino, fruta, mantel y servilletas de hilo. Algo alucinante, y que todo mezclado crea un ambiente y perfume característico, que te hace pensar que el olor a tabaco no era tan malo.

El martes, el tren que debía llegar a Gijón fue cancelado por ‘un problema’, según nos dijeron en Pajares. Los gritos y abucheos no fueron por la pereza de tener que meterte en un bus otra hora y media. La bronca vino mayoritariamente, porque los pasajeros estaban en pleno segundo plato, ¡imagínense el drama! Así que cómo para protestar por el cambio del modelo de tren.
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