Gaspar Llamazares, el asturiano que pudo ser leonés

ACTO SUSPENDIDO | El histórico político asturiano acude este jueves a León, tierra de su familia paterna, para presentar en la Fundación Sierra Pambley (20 horas) su nuevo libro, ‘La izquierda herida’

Fulgencio Fernández
12/03/2020
 Actualizado a 12/03/2020
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A Gaspar Llamazares siempre se le ubica en Asturias, aunque le nacieron en Logroño, y para cerrar la cuadratura del círculo a veces le dicen aquello de «el asturiano que podría haber nacido en León».

–¿Pudo ser leonés?
– Pude. Cuando yo nací mi padre era el médico de Villamanín y antes había ejercido una temporada en Torre del Bierzo, cuando comenzó su carrera profesional pues al aprobar la oposición de Sanidad Nacional eran destinados en diversos lugares y él estuvo en Torre del Bierzo, La Guardia, Villamanín, Castrillón…. Además mi familia paterna es leonesa, concretamente de Valle de Mansilla, donde aún tengo mucha familia, muchos recuerdos de infancia, mucha cercanía, hasta el punto que mi hija si hay una cosa que no perdona es acudir a las fiestas del pueblo, por San Roque no cuentes con ella para nada.

– Pasó la primera infancia en Villamanín, ¿qué recuerdos tiene?
– Nací a últimos de noviembre, pleno invierno, por lo que es un lugar que lo tengo asociado a la nieve, el frío, a lo típico de esta comarca.

– Saltemos de la infancia a la escuela para abordar la figura de un maestro que siempre coloca en el origen de lo que podríamos llamar su conciencia social.
– Cierto, don Manuel, uno de mis primeros maestros, ya en Asturias.Era un maestro republicano, represaliado, manco de guerra. Con él descubrimos una realidad que no conocías, y mucho menos con los silencios que había en las familias con el tema de la guerra y la posguerra. En este maestro descubres la realidad de los derrotados, era un tipo muy inteligente, del estilo de la vieja escuela republicana, que te sorprendía al explicarte su situación que ‘unos son caballeros mutilados y otros nos quedamos en jodidos mancos’. Te deja en shock y empiezas a hacer preguntas incómodas, porqué había asientos reservados para caballeros mutilados y no para don Manuel, en él descubrías la mirada de los derrotados.

–¿La escuela podía ir más allá de la escuela si la sabías mirar?
–Por supuesto. Además de personajes como este maestro republicano yo me encontré en una interclasista escuela de mi pueblo asturiano, Salinas. Unoséramos de Salinas, hijos de administrativos, de profesionales… y otros llegaban de Arnao y lugares así, eran los obreros que llegaban a Asturiana de Zinc y te mostraban otra realidad.Y aún había otra, la de aquellos niños que venían de los pueblos y a los que daban un capón por hablar en asturiano, una lengua de vacas, rural, prohibida. En todas partes aparecían los derrotados y te va condicionando tu conciencia, como me la despertaron después las movilizaciones de Ensidesa o Asturiana de Zinc.

–¿Qué poso queda de aquellos recuerdos con el paso del tiempo?
– Mucho. Lo planteo en el libro y en estos recuerdos encuentro la explicación de cosas que están ocurriendo aquí y ahora. Por ejemplo, al analizar la crisis de militancia en la izquierda. Aquellas gentes de Ensidesa o Asturiana de Zinc, los obreros en general, luchaban para que sus hijos no vivieran igual que ellos sino mejor mientras que ahora los obreros ya asumen que sus hijos van a vivir peor, eso ha debilitado la esperanza de la militancia en la izquierda.

–Y llega a la Universidad en un momento crucial, con Franco en sus últimos días y la llegada de la Democracia ala vuelta de la esquina.
– Cierto, a priori era un momento muy interesante. Llego y me sumo con entusiasmo a la izquierda universitaria estupenda, la izquierda cultural, hipercrítica, distanciados que aquella transición que nacía... Pero, de repente, llega el 23 F, el golpe de Estado y nos da otro baño de realidadcomo el de la escuela, como el de las luchas obreras.

–¿Qué ocurrió concretamente en Gaspar Llamazares?
– Pues que es un shock muy fuerte ver a tus amigos en listas negras, tú mismo apareces en otras, tus padres esconden tus libros para que no los encuentren si van a buscar. Parecía que todo estaba garantizado, cuando de repente ves que todo puede volver atrás y entiendes que es el momento de bajar de las musas al teatro, de pasar a la acción, llega el momento del compromiso, de afiliarse a un partido (el PCE), de reconocer las luchas y el esfuerzo de los trabajadores.

– Usted ha dicho algo que puede extrañar, que ve un punto de conexión entre aquel momento y las movilizaciones del 15M, por las que no ocultó su simpatía.
–Hay que explicarlo, claro, pero sí tienen puntos de conexión.Yo me vi muy representado en los chavales del 15M, en sus lemas de ‘no nos representan’, de sentirse traicionados. Me daba por aludido en lo que yo hubiera podido contribuir desde mis puestos de responsabilidad a esa transición, y los entendía porque yo había sido así, como ellos. Es lo mismo que le ocurrió a Pablo (Iglesias) enla Universidad, que estuvimos del otro lado, montamos esas broncas en nuestra época universitaria y ahora te las montan a tí otros,. es ley de vida.

–Dice que hay lecciones de aquel viejo maestro o aquella escuela que aún recuerda; ¿mantiene también la fidelidad a esa izquierda a la que se sumó tras el 23F?
– He mantenido la vinculación a esos principios por más que la edad y la experiencia inevitablemente module algunas cosas. Para mí fue un baño de realidad el 23 F y después llegó la experiencia política, mantienes las ideas pero también entra en juego la responsabilidad, como bien sabe ahora Pablo Iglesias, que ha pasado del espejismo del populismo al pragmatismo y tiene encima de su mesa las realidades de la economía, la deuda y una crisis epidémica como la copa de un pino, inesperada y que va a cambiar la realidad.

– Dice que comprendió el movimiento del 15M, incluso simpatía, ¿creyó también en el asalto a los cielos que proponían?
– Lo entendí, pero yo más bien lo veía como una difícil cordada para ganar la cima de la montaña. No es el llamamiento al asalto a los cielos el que puede cambiar la sociedad, pero entiendo que eso ilusiona a una parte de la sociedad en la misma medida que indigna a otra.

– Otro asunto que pusieron sobre la mesa fue la transición, querían acabar con su régimen, ¿como actor de la transición cómo lo valora?
– Los jóvenes del 15M reaccionaron ante la sacralización de la transición, no la veían tan santa, se la pintaban sólo hecha de blancos y no se la creían. Creo que no se le puede poner el color negro pero sí reconocer que tiene grises, como el de la Memoria Histórica o el papel de la Iglesia en relación a la forma de Estado, pero creo que ya no vale hablar del pasado, hay que solucionarlo. No se puede hablar del tardofranquismo, eso se le puede perdonar a los jóvenes que no han conocido el franquismo, quienes lo hemos conocido sabemos que no se puede aplicar esa expresión. Un respeto a encarcelados y torturados. La transición fue positiva pero no para sacralizarla.

– Y de repente la extrema derecha...
– Pocas bromas con ella. Me preocupa lo que llamo en el libro el clima de nuestro tiempo, el clima populista, cuya fórmula más acabada son los partidos de extrema derecha, que son los que mejor formulan la relación amigo/enemigo, ciudadano/casta o ciudadano/staff político; son los que mejor racionalizan la crisis de la Democracia y le enfrentan la supuesta eficacia del autoritarismo. Todo eso está ahí y no solo es una amenaza para las conquistas de la izquierda sino que son una amenaza para la Democracia, cuya alternativa es el autoritarismo político y la extrema derecha, hay que tomárselos muy en serio.

–¿Los nacionalismos?
– Son los que Zygmunt Bauman llamaba una retropía, retroceder a valores del pasado, igual que propone la extrema derecha. El independentismo, las pulsiones comunitaristas frente a la complejidad democrática, lo es. Lo estamos viendo ahora en relación a la epidemia que sufrimos, para unos es puro cuentoy otros proponen romperlo de un tajo, acabar con las manifestaciones, las reuniones, prohibirlo todo. No cabe la teoría conspiratoria, lo que procede es la salud pública, la que representa Fernando Simón y sus explicaciones tranquilas. Pero la conspiración tiene un público, un 20 o un 30% de la población, que es mucho.

– Vamos con leoneses, ¿cómo recuerda al expresidente Zapatero?
–Tengo un buen recuerdo de él. Tuvimos una coincidencia inicial, después un distanciamiento al apoyarse en los nacionalistas, pero siempre mantuvimos un cauce de diálogo. Creo que hay que valorarle sus medidas de derechos civiles, ya glosadas casi en exceso, pero sobre todo sus medidas sociales, la Ley de la Dependencia, la limitación de las subcontrataciones, la Ley de Salud Pública que derogó el PP y ahora reclama sus medidas contra el coronavirus.

–¿José Antonio Alonso?
– Le conocí menos, estuvo en ministerios de los llamados difíciles pero creo que fueun fiel servidor público, con rigor, lamenté mucho su muerte.

–¿García Ferreras?
– Creo que es una persona que ha sabido ver el filón que hay en la comunicación de ser un comunicador que fija una posición. No hace falta ser neutral, basta con ser riguroso y transparente. Y en este momento creo que sólo lo es él, ha sido muy innovador en la comunicación política y se llevó el gato al agua. Yo me peleo mucho con él, en temas como la Autonomía de León, podemos compartir los afectos pero creo que debe ser la razón la que prime, como diría Azaña. Tenemos un debate abierto, dentro y fuera de la tertulia.
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