14/08/2021
 Actualizado a 14/08/2021
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En los 80 las series eran las hermanas pobres del cine y la televisión, pero el actual apogeo de las grandes plataformas audiovisuales ha empujado a algunos directores a crear obras maestras. Es el caso de ‘Gambito de dama’ (Netflix, 2020), que se ha convertido, contra pronóstico, en la serie más vista por el público. Resulta esperanzador que una obra a priori poco comercial y bien aceptada por la crítica termine siendo aclamada. Seamos optimistas, el buen gusto triunfa, aunque nos bombardeen con basura.

Muchos son los factores que pueden convertir a ‘Gambito de dama’ en una obra ‘de culto’. La historia, inspirada en la novela escrita en 1983 por el escritor norteamericano ya fallecido Walter Tevis cumple tan a la perfección el principio de verosimilitud aristotélica que, a los ojos de los lectores, lo extraño es que Beth Harmon no haya existido, pero toda ficción tiene mucho de realidad. Es muy probable que la protagonista encarne al propio Walter, aficionado al ajedrez desde niño, quien decide, en homenaje a las mujeres de su vida, otorgar a este genio cuerpo de mujer. Y acierta, porque aúna en el personaje una lucha personal de superación que la dibuja como a una pionera. Huérfana, sombría, vulnerable. Beth Harmon se enfrenta a su destino trágico y pese a la dureza del camino, va venciendo a sus adversarios. Tendrá que convencerse a sí misma de que coquetear con las drogas y el alcohol no es lo que la hace fuerte, que el pasado no escribe el futuro, que se puede ganar incluso en un universo, hasta el momento, esencialmente masculino.

La novela ya había sido reseñada positivamente por autores como M. Ondaatje (El paciente inglés) y Bertolucci quiso llevarla al cine, pero fue finalmente Scott Frank quien se aventuró a producirla y la mimó como se merecía. Música, fotografía, guion, interpretación. Anya Taylor-Joy en el papel de su vida. Impecable. Diciéndonos todo en una mirada.
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