10/01/2020
 Actualizado a 10/01/2020
Guardar
Esta noche el rostro, la espalda, el cuerpo entero nocturno es acristalado y un tanto nebuloso. Tengo claro sobre lo que voy a escribir pero no sé cómo empezar. He ensayado varios inicios sin éxito. Eso sí, me calma pensar que por la mañana contemplaré un cielo azul limpio y la alegría ronca que extrañamente me provoca este invierno con su enorme interés griposo tal como revelan las, por lo común, largas y espesas colas existentes en centros de salud u hospitales . Menos mal que yo nunca me he vacunado y hasta allá por mayo o junio no me suele tocar sino una ligera tos que curo con antitusivos, algún ‘fervudo’ que dicen en mi pueblo y unos caramelos mentolados.

Sin darme cuenta mi pensamiento ha hecho un alto para dar entrada a algunas personas distinguidas en sus oficios artísticos que no conocieron privaciones en su vida hasta alcanzar su etapa final la cual vivieron con penuria o extrema pobreza, según le aconteció a nuestro extraordinario Benito Pérez Galdós, sobre quien regresaremos al final, como breve homenaje en el 100 aniversario de su muerte, o bien a otros con gran nombradía ya extranjeros ya españoles. Entre los últimos se hallan Van Gog, Edgar Allan Poe, Franz Schubert, Emily Dickinson, Emilio Salgari, Gracita Morales, Rembrandt, Judy Garland… Podría proseguir la lista, mas se haría interminable. Valga, pues, este presente muestreo clausurado con unos toques al narrador melómano el canario Pérez Galdós conforme he anotado. Mientras tal momento llega daremos unas pinceladas sobre cada mencionado. Eso sí, desconozco si cada uno habla con Dios o con los ángeles , si prefería el monte o el mar, si entraba en discusiones políticas o económicas, su intensidad onírica, si prefería saludar las mañanas invernales con el mágico teclado de un acordeón níveo, quién abandonó su casa a culatazo limpio, quién fue demasiado claro y quién no.

Comienzo por señalar algo sobre Vincent Van Gog, el pintor holandés amigo de Gauguin cuyo reconocimiento fue póstumo. En vida sólo vendió un cuadro en tanto hoy se pagan cifras millonarias (ante mis ojos se halla una bandeja metálica con ‘La Nuit Etoilee’ y una copia de ‘Los Girasoles’ en la pared). Edgar Allan Poe fue precursor de la narrativa terrorífica. Publicó mucho en periódicos pero gastaba cuanto ganaba. Muere alcohólico en la absoluta penuria. Su muerte es un enigma. El estupendo músico clásico Franz Schubert murió pobre a los 31 años debido a sus cambios constantes de domicilio. La poeta jamás debidamente pagada Emili Dickinson murió sola y arruinada. El escritor suicida italiano Emilio Salgari vendió muchos libros (iba de puerta en puerta) pero su larga familia y escasas ventas los años últimos, ya viudo de Aida Peruzzi, conoció la tristeza, la falta de recursos y el suicidio). La simpática actriz teatral, de televisión y cine caracterizada por su voz aguda Gracita Morales falleció sola, arruinada y abandonada. El pintor Rembrandt, procedente de una familia holandesa acomodada tuvo una vida solvente pero tras la muerte de su esposa apenas consiguió trabajo. Fallece pobremente a los 63 años. A la actriz Judy Garland su incursión en las drogas, el alcohol y otros excesos la endeudó sin remedio y se suicidó.

Y como quiera que lo prometido es deuda, nos detenemos ya en la gran figura del escritor nacido en Las Palmas de Gran Canaria de alcance universal (no olvidemos que se pensó en él para candidato al Nobel de Literatura y que debido a ser republicano hubo muchas presiones españolas en contra) Benito Pérez Galdós, cuyo cien aniversario de su muerte se cumplió el día cuatro del actual mes. A su entierro el pueblo madrileño apenado acudió en masa hasta el cementerio, aunque no así la oficialidad. El inmenso Galdós ha sido considerado el mejor escritor español tras Cervantes y equiparable a los más notables en su época: Balzac, Dickens, Tolstói. Así lo ve, al menos, Pérez de Ayala. Pero no sólo él sino también María Zambrano, Luis María Ansón, Muñoz Molina más otros muchos nombres significativos. Así a tan elevado narrador, dramaturgo, periodista , pintor, melómano, cinéfilo y miembro de la Real Academia de la Lengua. No obstante tanto éxito o reconocimiento los días finales galdosianos fueron tristes, oscuros, muy oscuros debido a «la ceguera, la pobreza y la ingratitud». Hago mías las últimas palabras pertenecientes a Rafael Narbona.

La noche se va borrando despacio. El día apunta mínimamente la robustez. Mañana toca pueblo. Luego acudiré al parque madrileño del Retiro para ‘degustar’ el monumento construido por Victorio Macho a Galdós.
Lo más leído