26/08/2020
 Actualizado a 26/08/2020
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En mi seguramente errada opinión, si durante esta crisis sanitaria algo ha dado la medida de los gobiernos de diverso tinte –dudo si ideológico o sólo interesal– es el fracaso que como ciudadanos representados, como sociedad, hemos vivido y sentido con respecto a dos segmentos de edad: los conciudadanos mayores de 65 años (más o menos 9 millones de personas) y los menores de 18 (unos 8,7 millones). Pues, al desastre que en todas las comunidades autónomas ha supuesto la gestión de las residencias de mayores, públicas y privadas, hemos de añadir el triste espectáculo de la gestión de la docencia en sus diferentes niveles desde la detección de la pandemia de la covid-19. Acaso fuera porque ocupados en el hoy y deslumbrados de sí mismos no recordaron o desconocían la enseñanza de Jean Jacques Rousseau: «la juventud es el momento de estudiar la sabiduría (de aquí que haya quien se mantiene tanto tiempo joven); la vejez, el de practicarla».

Vengo observando con estupor el cínico juego de los gobiernos de las comunidades autónomas que, si bien primero reclamaron el libre ejercicio de sus competencias, a poco de verle las astas al morlaco, es decir, ahora y sin pudor, se les ablanda y calienta la boca en sentido contrario. Vamos, pidiendo al gobierno central que toree al bicho, que ellas prefieren ir de buenas o regulares –¿leales?– mandadas.

Después habrá quien se extrañe de que, cada día, yo sea más jacobino y menos partidario de la coña autonómica. Repito, a riesgo de que no falte quien me tilde de carcunda o epíteto más grueso: Educación, Justicia y Sanidad competencias exclusivas del Estado. Para mí son de las cosas que más nos igualan a todos. ¿O son menos importantes, en nuestro día a día, por ejemplo, que la Defensa nacional?

Aunque quizá todo sea que yo esté ya gagá y no entienda que conque la ministra Celaá informe esta semana al Congreso sobre el inicio del curso escolar (cosa inaudita, pues aún no ha sucedido) y piense que mejor informaría de qué protocolos mínimos se habrán de seguir sin que al final sean una transferencias de responsabilidades hacia los docentes; convertidos, por lo leído hasta ahora, en –con respeto y humor– nada simpáticas y sí trágicas –permítaseme el desdoble– «chicos y chicas para todo». Como tampoco entiendo que hasta el pasado lunes el gobierno no se haya ocupado con las comunidades autónomas del nuevo drama, o tragedia, en las residencias de ancianos.

Ojalá sea yo el gagá y errado.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. Cuiden, cuídense.
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