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Gafas y escayola

02/11/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace tiempo, cuando yo era pequeña, vivaracha e hilarante tenía unos gustos muy raros. Mira tú que desear llevar gafas a diario, o algo menos, o tener una pierna escayolada momentáneamente, que si aún fuese un brazo el territorio ‘esculpido’ sería menor y menos incómodo, pero tal vez fuese porque en la pierna caben más firmas de los amigos. Menos mal que la Providencia ni mis santos padres me permitieron pasar ni por lo uno ni por lo otro. Ahora ya en la veteranía muy veterana tengo que usar unas lentes o antiparras para la presbicia en tanto,por fortuna,sigo desconociendo esa venda escayolada que oprime piernas, brazos o dedos y pica e inflama molestona o doliente. Vamos, que en este territorio hoy por hoy, remacho, me considero afortunada. Eso sí, aprovechando la campaña del paga unas y lleva dos visible en algunas ópticas he comprado un par, unas nada atractivas, pero valen bien para andar por casa y las otras, las más chulis para llevar en el bolso de mano a la calle. Y aunque la cosa ha avanzado mucho no me atacan los deseos de laslentillas así sean pluricolor, a tono con los vestidos, el calzado o el bolsoo el mismísimo sombrero, que mira tú qué bonito me ha quedado el regalado este veranoal cual he añadido una floreada tiara de variadas rosas en tela que hay qué ver cuánto discurrosi me atraen las cosas.

La verdad, estas gafas, como he dicho, las de cerca, me resultan imprescindibles. Las llevo a todas partes y no digamos al hiper o al banco cuyas letras o números menudos son indescifrables. Además, no lo olvidemos, la composición de los productos alimenticios y los otros se las trae tanto o más que el ticket de caja. En fin, desconozco porqué tendría yo esos gustos tan extraños, raros. El caso es que las gafas me atrajeron mucho tiempo, tal vez porque las usaba la hija del médico y tenía varios modelos, mas nunca me agradaron las de culo de vaso, claro está, y las escayolas molestonas, inflamantes, inmovilizadoras y con prurito añadido en tantas ocasiones por lo que dicen mis amigas y comentaba mi hija la semana anterior al evocar cuando siendo niña acompañada por Yenny, nuestra vecina y amiga del portal contiguo, creyendo ambas que ascendían el Everest pedalearon a toda pastilla una montañita en el parque bicicletero de la urbanización, pero en un momento impensado su amiga Yenny, que iba delante, frenó en seco y ella aterrizó en el barro irremisiblemente. Lo demás ya os lo he contado, o no bien, añadir por lo menos que la bici quedó nueva pero enseguida su brazoderecho apareció abarrotado de autógrafos de los otros niños del cole público la Granja. A la escayola le dedicó un mes. No se resiente nada. La infancia es maravillosa. En mis ojos de nube nimbo aquella aspiración frustrada de gafas y escayola.
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