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Gabarrón y cuenta nueva

22/10/2020
 Actualizado a 22/10/2020
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Antes creía que el valor artístico dependía del talento. Pero resulta que el talento es tan subjetivo como el propio arte y nadie tiene la balanza precisa para cuantificarlo. Hay tantas como miradas que es lo mismo que no poder pesarlo en ninguna parte. Porque el talento debe reconocértelo alguien, si no uno se convierte en aquel Narciso maravillado por su reflejo. Descubrí que el valor artístico era flexible, moldeable y arbitrario desdoblando galletas de la suerte con frases de autoayuda que acabaron en poemarios. También el día que entré en el Tate Modern de Londres y al visitar una de sus salas tuve una amarga sensación de estafa, la misma que cuando una compañera de universidad me enseñó los bocetos para una vocación de artista que no le duró un cuatrimestre. Puede que no persistiera porque ninguno validamos su talento.

El talento tiene que reconocértelo alguien, pero tampoco cualquiera. Es lo que sucede con Cristóbal Gabarrón y su polémico cumpleaños que en Valladolid celebran con una cuestionada exposición en el Museo Patio Herreriano sin el apoyo de su director. Para Javier Hontoria, Gabarrón no es un artista. Tampoco para los críticos, ni para otros artistas contemporáneos ni para los grandes museos del mundo que no han comprado su obra ni programan sus muestras. El problema de Gabarrón es que pertenece a esa cultura que solo reconoce la política. Son políticos e instituciones gestionadas por políticos las que han ido labrando su trayectoria. El Ayuntamiento de Valladolid se cree el talento de Gabarrón, por compromiso o conveniencia, y le molesta que cuestionen su criterio. Es el paradigma de la extendida concepción de la política cultural como un mero departamento de promoción institucional y no un vivero diverso para fomentar ciudadanos libres. Una báscula lastrada por el interés y la ideología. Nos intentan convencer de que la calidad también es subjetiva.
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