27/12/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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on la excepción de Alberto Garzón, el voluntarioso líder de Izquierda Unida, o como se llame ahora, ninguno de los candidatos nacionales aspirantes a presidir el gobierno de España se dignó pasar por León para pedirles el voto a los leoneses en la pasada campaña electoral. Ni los más de cuatrocientos mil votantes de la provincia, una de las más pobladas de las veintiuna olvidadas completamente por aquéllos, fueron reclamo suficiente para que alguno se acercara a ella aunque sólo fuera de paso hacia otras.

El dato debería hacer pensar a los leoneses, especialmente a aquéllos que, bien por ideología, bien por el hecho de ser de León, grave delito, a lo que se ve, para muchos de nuestros compatriotas, criticaban a José Luis Rodríguez Zapatero, el único leonés que por el momento ha presidido el gobierno de este país (Félix Gordón Ordás, el olvidado político de la República, fue jefe del Estado en el exilio y por tres meses) en cuyo mandato la provincia recibió, no sé si más inversiones públicas, pero sí más atención política e informativa que en ninguna otra época de su historia. Hasta un presidente extranjero, el alemán, se reunió con Zapatero en la capital leonesa acompañados ambos por varios de sus ministros, con la publicidad internacional consiguiente.

Pero Zapatero desapareció (injusta o justamente eso depende ya de la opinión de cada español, no así de la de los leoneses, que coinciden en vilipendiarlo prácticamente de modo unánime: para eso es paisano suyo) y León regresó a donde siempre estuvo, esto es, al furgón de cola en el que ha viajado siempre junto a otras provincias como ella, la mayoría del interior del país, y donde seguirá viajando per secula seculorun si nadie lo remedia, que no parece.

A muchos leoneses no les importa por lo que se ve (mientras los bares sigan poniendo tapa con el vino y la catedral permanezca en pie de qué van a preocuparse ellos), pero otros se quejan amargamente de que sus hijos tengan que emigrar, de que el progreso pase de largo al margen de la provincia, del olvido y la marginación en el que está sumida esta vieja tierra que vive más de recuerdos que de realidades, envejecida y empobrecida y cada vez más desmoralizada y más deprimente. Si les faltaba alguna prueba a los leoneses de lo poco que cuentan para el país basta ver el total desinterés de los políticos, que ni siquiera en campaña, cuando se trata de pedir el voto, los visitan. Y, si en campaña electoral no aparecen, imaginen cuando se trate de repartir, con todo el mundo tirando de ellos de un lado y otro.
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