Fulgor y muerte de 'El Sastrín' de Rucayo

‘El Sastrín’ de Rucayo es uno de los grandes mitos de la lucha leonesa y un buen vecino de esta localidad cuya vida también truncó la guerra civil. Juan Antonio Suárez permanece en el recuerdo de sus gentes como uno de esos inolvidables injustamente olvidado

Fulgencio Fernández
27/06/2021
 Actualizado a 27/06/2021
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Rucayo, uno de tantos pueblos leoneses que vive el olvido y la lejanía, tuvo un hueco estos días entre las noticias por una ruta literaria que allí nace y apadrinan los textos de Julio Llamazares; precisamente un escritor que sabe de las andanzas de Juan Antonio Suárez, el llamado Sastín de Rucayo.

Viene su nombre a la memoria de la mano del nombre de su pueblo pues ‘El Sastre’ (en Rucayo no le llamaban por el diminutivo, tal vez era demasiado ‘grande’ para ello) es el prototipo de inolvidable... injustamente olvidado, pues se ha ganado estar en la memoria y el recuerdo de las gentes tanto por luchador como por paisano, excelente en las dos facetas que marcaron su corta vida, ya que nació en 1908 y falleció con 28 años en la guerra civil.

El Sastrín es una de las primeras leyendas de la lucha leonesa, con El Molinero deGarrafe —la otra leyenda de las primeras décadas del siglo XX— marcaron aquellas primeras décadas y hasta se entregaron el testigo. Fue en el Provincial de 1933 cuando Juan Antonio ganó en ligeros y Florencio en pesados. Se midieron por el Cinto de Honor y venció el sastre, aunque justo es recordar que su rival ya tenía entonces 43 años, encaraba el final de su carrera y Juan Antonio era un pujante veinteañero.

Pero ya había hecho El Sastrín la misma gesta dos años antes en el Provincial, derrotando al vencedor de pesados en el 31, Francisco Santiago. Unas gestas que hicieron que los vecinos llevaran al Campeón a hombros al pueblo y se celebrara una gran fiesta, a la que acudieron paisanos que vivían lejos.

No cabe ninguna duda de su calidad. Un compañero en aquellos años, el ya fallecido Pepín Huertas, era contundente: «Lo tenía todo, nació para luchar. Yo le sacaba muchos kilos y era muy fuerte, pues me decía ‘vas para la izquierda’ y para la izquierda me llevaba. Si hay que ponerle un pero es que le faltaba un poco de mala leche, pero no le salía, era un cacho pan, un bonachón».

Era El Sastrín de una familia muy humilde e iba a la mayoría de los corros andando a través del monte, además de cuidar el ganado, por lo que lo conocía como la palma de la mano. Cuando estalló la guerra muchos le pidieron ayuda para entrar o salir del pueblo, según las necesidades, y el sastre ayudó a todos; por más que un día al regreso de ‘sacar’ a una familia le estaban esperando y fue asesinado. «Por bueno», decía su hermano Gerardo. «Porque era la mejor persona del mundo», añadía Huertas.

Quienes al silencio añadieron algunas maldades que carguen con ellas, con la ventaja de que, si fuera posible, Juan Antonio no les pediría cuentas.
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