Fuera fotógrafos

22/03/2016
 Actualizado a 24/08/2019
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Han tenido que aprender a hacerse un hueco, desde los grandes a los pequeños pero matones. No crean que el de la imagen tiene miedo a que llueva, lo que teme es que empiece a ponérsele gente delante y los va apartando con la cacha de su paraguas.

Por las buenas o por las malas, que se les va agriando el carácter con tanto intruso.

Fueron los fotógrafos del periódico. Se apartaba la gente para que pasaran, esperaba el que daba la rueda de prensa hasta que los veía entrar por la puerta con sus enormes cámaras a cuestas. Sonreían a su flash buscando que saliera el perfil bueno. Los que tenían poder hasta llegaban a exigir que no los volvieran a «sacar con esa cara» (olvidando que tampoco tienen otra y los fotógrafos hacen arte pero no milagros).

Pero llegaron las teles y los móviles y los Selfies y los Twiter y los Facebook y cada cual lleva encima su propio gabinete de prensa y le comunica al mundo lo que piensa sobre la teoría de la relatividad, te importe o no.

Y así han dado los foteros el salto al lado contrario. Está documentado —y ellos lo cuentan con ira— cómo en algún acto han llegado a decir: «Los fotógrafos, por favor, vayan saliendo». Se van, y por la rendija de la puerta antes de cerrarse pueden todavía observar como la mayoría de los asistentes sacan su móvil, le dan al icono de cámara y se ponen a disparar a diestro y siniestro, a todo lo que se mueve y a los que están sentados, a los braceros y a las imágenes...

Y los fotógrafos, como Cristo en la Cruz, miran al cielo y claman:«Elí, Elí, ¿lama sabactani?». Es decir, juran en hebreo.

Te aseguro que ese hueco del que goza no se lo ha regalado nadie, él solo (y su paraguas) se lo ha ganado.
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