24/02/2022
 Actualizado a 24/02/2022
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Si hubo una serie de dibujos animados que arrasó en los noventa fue ‘Bola de Dragón’. Cualquier crío de aquellos años probó suerte con un ‘kamehameha’ delante del espejo o intentando fusionarse con un amigo como hacían Goku y Vegeta. Una danza de unos segundos y arreglado: el ‘pelopincho’ de uno, los musculitos del otro y a machacar al enemigo de turno.

Espoleados por el referéndum en Don Benito y Villanueva de la Serena, esta semana varios tertulianos de televisión han creído que las fantasías infantiles de ‘¡fu-sión!’ pueden ser la solución contra el principal villano de eso que se ha dado en llamar ‘España vaciada’. «Si en una provincia hay 200 o 300 municipios, la despoblación no afecta igual que si fueran la mitad», comentaba un monigote que seguro que ha pisado más veces el planeta Namek que León.

El caso de estos dos municipios de Badajoz es interesante porque se rebela contra la tendencia a levantar fronteras, pero ni mucho menos es extrapolable. En esta comunidad tenemos el mejor ejemplo de que la unión antinatural de dos territorios solo lleva a agravar más los problemas. Un pueblo es lo que es porque solo ese pueblo lo es. Quiero decir que, por pequeña sea, cada localidad tiene unas costumbres y una forma de estar en la tierra que son suyas y de nadie más que de las generaciones que las han preservado durante siglos.

Los pueblos también tienen derecho a una muerte digna. A muchos de ellos es lo único que les queda por perder… que nadie se lo niegue. La identidad no se negocia. El medio rural no necesita de la ciudad ni gurús de actitud evangelizadora ni miradas condescendientes. Basta con lo justo para que quien quiera quedarse en ellos no se vea obligado a marcharse.

Tal vez haya que comenzar a asumir que hay pueblos que no tienen salvación y reflexionar hasta qué punto se pueden consumir recursos en una agonía ¿Construir un frontón si el vecino más joven pasa de los setenta? ¿Medio millón para el retablo de una iglesia que se abre solo el día de la fiesta? Tan absurdo como pensar que la despoblación se soluciona con ‘superglú’, creando un Posada de Sajambre o un Gordaliza de Valmadrigal.

—Vale, listillo ¿Cómo se arregla entonces, crío de los noventa?

—Eh, pues… Yo me ponía a juntar las siete bolas de dragón…
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