¿Frenará el calor la propagación del coronavirus?

Algunos expertos confían en que la epidemia remitirá con la subida de las temperaturas en primavera, pero la OMS advierte de que seguirá si no se toman medidas drásticas

L.N.C.
09/03/2020
 Actualizado a 09/03/2020
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Para no dañar la economía ni la vida social, los gobiernos de todo el mundo, sobre todo en el hemisferio norte, se están aferrando a la esperanza de que la subida de las temperaturas a partir de la primavera debilite al coronavirus y frene su propagación. Así ocurre con los resfriados y la gripe y así sucedió también en 2003 con el SARS, que pertenece a la misma familia que el actual coronavirus. Esa es la esperanza que tiene medio planeta, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido de que no hay que contar con ello porque de momento no hay pruebas científicas que lo avalen.

Intentando predecir su comportamiento durante los próximos meses, un estudio de investigadores chinos ha descubierto que «el coronavirus es muy sensible a la alta temperatura», lo que podría dificultar su propagación en países cálidos y facilitarla en los fríos. Según informa el periódico «South China Morning Post», expertos de la Universidad Sun Yat-sen de Cantón (Guangzhou) contabilizaron cada caso registrado en más de 400 ciudades chinas y regiones del mundo entre el 20 de enero y el 4 de febrero. Comparando dichos casos con las temperaturas de ese periodo, descubrieron que el pico de contagios se producía con 8,7 grados centígrados, bajando a partir de esa cifra. Eso explicaría también en parte el estallido de la epidemia en la ciudad de Wuhan y su propagación por la provincia de Hubei, que se ubica en el centro de China y sufre unos inviernos muy fríos.

«La temperatura podría cambiar significativamente la transmisión de (la enfermedad) Covid-19», sugiere el estudio, publicado el mes pasado pero todavía no revisado por la comunidad científica internacional. Mientras llega la primavera en el hemisferio norte, que será el otoño en el sur, esta investigación recomienda a «los países y las regiones con temperaturas más bajas adoptar las más estrictas medidas de control».


Pero otro análisis de un grupo de epidemiólogos, incluyendo al prestigioso Marc Lipsitch de Harvard, sostiene que el coronavirus ha sido capaz de extenderse rápidamente desde las provincias frías y secas del norte de China hasta las regiones tropicales del sur e incluso a países muy calurosos como Singapur. «El tiempo solo, con una subida de la temperatura y la humedad con la llegada de la primavera y el verano al hemisferio norte, no llevará necesariamente a una disminución de los casos sin la implementación de extensas intervenciones sobre la salud pública», reza dicho estudio, recogido por el SCMP y a la espera también de revisión.

Según la OMS, "no hay pruebas"


Mientras algunos expertos confían en que la epidemia se frene con la llegada del calor, el director ejecutivo del programa de emergencias de la OMS, Mike Ryan, ya ha advertido de que no hay que contar con ello. «Es una falsa esperanza decir: sí, desaparecerá como la gripe… no podemos hacer esa conjetura. No hay pruebas», ha advertido en sus comparecencias públicas. En su opinión, «tenemos que asumir que el virus seguirá teniendo la capacidad de expandirse».

De forma alarmante, así lo predice otro estudio de la reputada Universidad de Fudan, en Shanghái, que calcula que el número de contagiados se multiplicará por diez cada 19 días si no se toman medidas contundentes. Dirigido por el genetista Jin Li, apodado el «cazador de ADN» por sus investigaciones antropológicas y policiales, su análisis se basa en datos recogidos hasta finales de febrero y ha sido difundido en el portal Medrxiv.org antes de su revisión por otros científicos y publicación oficial.

«La situación es peligrosa… apelamos al mundo a tomar acciones fuertes sobre la salud pública usando las experiencias aprendidas de China y Singapur», alertan los investigadores. De lo contrario, el resto del mundo superará en pocos meses los más de 80.700 casos y 3.119 fallecidos contabilizados hasta este lunes en China, que ha contenido la epidemia con sus cuarentenas masivas, restricciones de movimientos y estrictos controles.

Menor número de contagios desde enero


Siguiendo con el cambio de tendencia, ya se diagnostican muchos más casos en el extranjero que en este país. El lunes, las autoridades informaron del menor número de contagios diarios desde que empezaron a contarlos el 20 de enero: solo 44. Todos en el epicentro de Wuhan menos cuatro, importados de Irán.

Lo mismo ocurrió el fin de semana, cuando se detectaron al aterrizar en los aeropuertos de China varios enfermos procedentes de Italia y España. La cifra de fallecidos al día también cayó el domingo hasta los 22, mientras no hace más que aumentar en el resto del planeta. En pocos días, el coronavirus ya se ha extendido por más de un centenar un países, que ya suman unos 30.000 contagiados y cerca de 700 fallecidos.

Aunque las predicciones del estudio de Fudan son muy preocupantes, la epidemia se ha disparado exponencialmente en Europa durante las últimas semanas. A tenor de sus análisis del ADN, parece que la propagación fuera de China la llevaron a cabo solo 34 portadores del virus no detectados. «Puede que solo tuvieran síntomas leves y no fueran al hospital», sospechan los investigadores. Su suposición vuelve a revelar el peligro de los contagios por parte de enfermos que no muestran síntomas durante las dos semanas de incubación del coronavirus, que pueden representar hasta un 25 por ciento de las transmisiones a tenor de otro estudio.

Con esta dificultad para detectarlo y la falta de medidas y de conciencia social en muchos países, expertos como Ira Longini, consejera de la OMS, calculan que dos tercios de la población global se verán infectados. Para Marc Lipsitch, serían entre el 40 y el 70 por ciento, según ha señalado en una entrevista con la cadena de televisión CBS. Con una tasa de letalidad de entre el 0,7 y el 3,8 por ciento, sería una catástrofe global. Tal y como explicaba en una entrevista en ABC Adolfo García Sastre, director del Instituto de Salud Global y Patógenos Emergentes del Hospital Monte Sinaí en Nueva York, podría haber más de medio millón de muertos.
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