Fray Prudencio de Sandoval y la Plaza de Toros del Parque de León

Por José Javier Carrasco

31/05/2022
 Actualizado a 01/06/2022
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Si nos fiáramos de fray Prudencio de Sandoval y de lo que cuenta en su ‘Historia de los Reyes de Castilla y León’, publicada en Pamplona en 1615, una de las primeras corridas que se celebró en León fue el año 1144 en la boda de doña Urraca con el príncipe don García VI de Navarra. Para el profesor A. Álvarez de Miranda, al que debo la anterior cita, doblemente inexacta en la fecha y cónyuge, ya por error suyo o de su fuente, recogida en el libro ‘Ritos y Juegos del toro’, en la Península Ibérica se da una continuidad de ciertas prácticas religiosas relacionadas con el toro desde la época prerromana, que derivarían con el paso del tiempo en festejos populares en torno a ese animal, un antecedente de las actuales corridas. Paralelamente a estos festejos se suceden, desde el siglo XII, los de carácter caballeresco, como el de doña Urraca, con motivo de una boda o para celebrar cualquier otro acontecimiento feliz. Los ritos y juegos tejidos en torno a la figura del toro se explicarían, según A. Álvarez de Miranda, por asociársele al poder de engendrar (un poderoso ‘leitmotiv’ para la mágica mentalidad primitiva).

La actual Plaza de Toros del Parque se inauguró el 24 de Junio de 1948. Desaparecida la anterior, conocida como ‘El Petardo’ – construida en madera –, en los años 40 se vio la necesidad de un nuevo coso acorde con la ciudad. Desde Radio León se impulsó la idea de levantar una plaza gracias a suscripciones populares. El entonces alcalde de León, José Aguado, apoyó la idea y ofreció el patrocinio del Ayuntamiento. A este se sumó la Caja de Ahorros y Monte de Piedad. Se creó entonces una sociedad con el nombre de ‘Inmobiliaria de Espectáculos S. A’. En 1945 se ceden los terrenos. El encargo de la edificación recae en los arquitectos Miguel Codes Herrero y Francisco Javier Yarroz. La plaza se termina en abril de 1948 con cabida para 11.514 asistentes. Durante 40 años su historia discurrió pasando de empresario en empresario, en un proceso de creciente decadencia. En 1988, amenazando ruina, el Ayuntamiento emprende una obra de acondicionamiento, presupuestada en veinticinco millones con el objeto de salvarla. Entre 1989 y 1993 los aficionados leoneses no disfrutaron de corridas debido «a la desidia y algunos intereses que tuvieron muy poco que ver con el tema taurino» (María Jesús Muñiz. ‘El Siglo de León. Crónica de cien años 1901-2000’. Diario de León). En 1994, adquiere la propiedad de la Plaza Gustavo Postigo. La nueva etapa se abre con una corrida de los toreros Ortega Cano, Espartaco y Cesar Rincón. Los aficionados tenían que frotarse los ojos para convencerse de que no soñaban. Con la instalación de una cubierta de cristal a principios del nuevo siglo, se inaugura el periodo reciente. En la plaza pasaron a celebrarse, además de corridas, eventos de distinta naturaleza. Su viabilidad económica se vio de nuevo amenazada con la llegada de la pandemia, setenta y dos años después de un estreno deslucido, con los diestros Luis Miguel Dominguín, Martín Vázquez y Paquito Muñoz.
En 1948, el poeta granadino Federico García Lorca, si no hubiera muerto fusilado, contaría con la edad de cincuenta años. En 1935, un año antes de estallar la guerra civil, escribe su ‘Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías’, el torero muerto trágicamente en otra Plaza de Toros, amigo de un poeta que también moriría trágicamente. El poema no es un alegato antitaurino sino una sentida elegía, aunque podría leerse como tal: «¡Oh blanco muro de España!/ Oh negro toro de pena».
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