14/01/2021
 Actualizado a 14/01/2021
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A cuatro días de cambiar el prefijo al tres, ya voy asumiendo el adiós a mis felices años veinte. Como para otros muchos, la veintena ha sido esa década en la que he aprendido un sota, caballo y rey de lo que va esto de la vida. Pero, incluso por encima de aprender, si hay una responsabilidad para todo veinteañero es la de acumular una buena provisión de recuerdos. Los mejores no hay manera de almacenarlos. Los peores, lo hacen ellos solos. Para conservar el resto, el hombre inventó el álbum de fotos, más tarde ‘el Tuenti’ y, por último, Instagram.

Ya ven que voy cogiendo años y nada más apropiado para ello que echar la vista atrás. Y es que cuando cambié de prefijo al dos era otro de los que salía abrazado a gente que ahora le da pereza parar a saludar y ‘p0niiah maYuSkuLas y miNuskUlaah’ sin criterio alguno en ‘el Tuenti’. También posaba con mis amigos y un ‘katxi’ de calimocho cuando la única colega que tenía una cámara compacta gritaba aquello de ‘¡Foto Tuenti!’.

Fotos en grupo que están más en peligro de extinción que mis veintitantos. Sin darnos demasiada cuenta, en algún momento de la década dejamos de retratarnos en esos botellones. También de hacerlos. En esa situación o en cualquier otra, los posados en pandilla se fueron perdiendo a la vez que esta se hacía más pequeña. Al tiempo, las redes sociales se convertían en ‘books’ individuales en los que aparentar ser quien no somos, en muros en los que tener opinión de todo y, por supuesto, expresarla. El ridículo salió de las fotos sí, pero se metió en nosotros. El costumbrismo dejó paso al postureo. La entrañable moviola al ego de los ‘likes’. Las ‘¡Foto Tuenti!’ a selfis con gesto interesante.

Es evidente que a la treintena no le pido fotos en botellones ni ‘0rt0gRafiia reShul0nah’, pero sí esos momentos compartidos que mirar algún día con tanta vergüenza como nostalgia. Fotos con las que tener en la boca un ‘¡qué gorda te has puesto, cari!’ o un ‘mira calvo, ¿dónde quedaron nuestras melenas?’ y no un ‘¿por qué ponía morritos frente a la Torre Eiffel?’. Instantáneas en grupo, sin tanto filtro, tan imperfectas como la vida misma y que nos trasladen a recuerdos que sean algo más reales. Y es que tal vez con autenticidad se pueda conseguir que los felices años ‘tuenti’ no terminen ese día en que el prefijo cambia al tres. ‘VeReem0hhs…’
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