24/02/2018
 Actualizado a 12/09/2019
Guardar
Demasiadas pérdidas para un sólo invierno. Demasiada ausencia como para hacerla pasar inadvertida y seguir escribiendo como si nada, como si pudiera hacerse humo.

Enero se llevó a tres poetas: Pablo García Baena, el último miembro del cordobés grupo ‘Cántico’, Claribel Alegría, la voz poética del compromiso que nunca olvidó las necesidades de su pueblo nicaragüense y salvadoreño. Y también se nos fue Nicanor Parra, chileno, anti poeta, el ingenioso creador de un nuevo lenguaje para tejer en verso. La semana pasada despedimos al escritor berciano Fermín López Costero, y esa muerte temprana y presentida nos heló el corazón. Ahora Forges nos ha dicho ‘hasta luego’ y uno no sabe si reír o llorar. Es difícil despedir a un cómico sin hacernos daño.

Forges es, me resisto aún al pasado, perfecto o imperfecto, un auténtico testigo de la sociedad de su tiempo. Parece mentira cómo desde sus viñetas podemos seguir el rastro de las huellas de España. Forges dibujó la transición y la democracia, nos retrató a todos una sonrisa en la cara cuando teníamos muchos motivos para temblar de incertidumbre. Fue un creador comprometido, sensible a los derechos y necesidades de los mas débiles. Fue un hombre libre. En sus caricaturas, sus personajes de trazo grueso y calvorota luminosa defendieron los derechos de las mujeres, la eliminación de la hoy más que nunca polémica brecha salarial. Nunca olvidó a los refugiados de cualquier origen ni credo, comprendió mejor que nadie lo difícil que resulta ser ‘superwoman’ en esta sociedad que da poco y pide mucho, aunque se sienta en la cima de la modernidad. Criticó el racismo y se acercó a nosotros a través de un lenguaje nuevo. Pocos creadores han tenido una voz tan infiltrante como para permear en el diccionario de la RAE y regalarnos el ‘bocata’, el ‘maromo’, la ‘maciza’ o el ‘muslamen’.

Siempre nos quedarán sus ‘forgendros’: sus ‘estupendérrimos’, ‘modernérrrimos’, el ‘pelamen’; sus aféresis castizas: ‘sodicen’, ‘sovaser’, su curioso uso de las interjecciones: ¡sórdenes!, ¡dremía!, ¡vadiós!; sus personajes inolvidables: Blasillo, Concha, Romerales…

Un artista se reconoce por su voz, por poseer esa esencia que lo hace especial y único, por tener un toque mágico que nos muerde el corazón hasta ponerlo en pie. Un artista es quien deja su alma en lo que hace hasta el temblor, la sonrisa o la lágrima.

Hasta siempre, querido maestro. Que el viaje le sea leve y que pronto encuentre a su amigo náufrago. Ya nos dirán si allá donde están se está ‘de buten’.
Lo más leído