05/08/2022
 Actualizado a 05/08/2022
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Tengo la extraña obsesión de intentar no parecer un turista cuando visito algún lugar. Una actitud, la de parecer local, más sencilla cuando visitas Badajoz, pero ciertamente más complicada cuando el lugar de destino es una isla de Corea. El «donde fueres haz lo que vieres» llevado al extremo, que habitualmente no suele traer peores consecuencias que el hacer algunos metros de más cuando buscas algún sitio para desesperación de toda la familia, pero también es cierto que de no ser por ello jamás hubieran conocidos lugares irrelevantes en el mundo.

El caso es que este verano, en el que las circunstancias no me han permitido escapar de León, es la primera vez en la que siento que vivo en una ciudad turística, en la que no es que no te encuentres con tu ex como en Madrid, sino que es prácticamente encontrar una cara conocida entre la multitud.

Multitud sí, porque lo habitual de los veranos en León solía ser que las calles incluso del centro de la ciudad estuviesen casi desérticas. El salir un viernes o un sábado a tomar algo era sinónimo de bares vacíos «porque la gente está en los pueblos» y el «ven a pasar el finde a León que está barato» parece ya un recuerdo.

No es que esté yo en contra de que vengan turistas a nuestra maravillosa ciudad, nada más lejos de ello, pero sí estaría un poco en contra de que la hagan suya y condicione la vida de los que la llamamos casa. Basta darse una vuelta por el centro de la ciudad para ser consciente de que estamos ante un momento en el que León tiene qué decidir qué quiere ser de cara al futuro y cómo quiere que el turismo lo condicione. Tenemos muchísimo que ofrecer, pero eso debe ser compatible con evitar lo que está comenzando a ocurrir, barrer a los leoneses a sus barrios en beneficio de grupos de personas que posan en el paso de peatones de Santo Domingo como si de Abbey Road se tratase.Ojo, que después la vuelta atrás ya es muy complicada. Yo pondría una pancarta en San Marcelo emulando aquella de Carmena en Cibeles con un mensaje parecido: «Forasteros welcome, pero aquí mandamos nosotros»
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