Fonso, ‘El Pajarero’, entregado a la fauna de su tierra, falleció esta semana en un injusto olvido

Llevó de manera altruista durante muchos años un centro de recuperación de especies de todo tipo en Villaseca de Laciana hasta que un día le ahogaron en burocracia

Fulgencio Fernández
20/10/2019
 Actualizado a 20/10/2019
El Pajarero era feliz rodeado de animales de todo tipo. | ÁLVARO BARREIRO
El Pajarero era feliz rodeado de animales de todo tipo. | ÁLVARO BARREIRO
Íbamos con Fonso a su Centro de Recuperación de Especies de El Soto (en Villaseca) y a la puerta estaba atado un cerdo vietnamita. Ni se inmutó. Le habló como si fuera un visitante más, le acarició y soltó y entró con él al interior mientras otros animales de todo tipo se acercaban "a saludar".

- ¿Te habían dicho que te lo dejaban?
- No. Pero no es ninguna novedad, alguno que se cansó de su mascota o se le pasó la gracia a los hijos... qué más da, mejor dejarlo aquí que abandonarlo.

Así era Alfonso González, Fonso El Pajarero, en todo el Valle de Laciana.

- ¿Por qué Pajarero si veo corzos, el cerdo que acaba de llegar, urones...?
- Me lo pusieron ya de niño en Piedrafita de Babia, que yo soy de allí , y entonces es cierto que me gustaban mucho los pájaros, pero ahora me dedico a cualquier animal indefenso.

Era así. Le había ido creciendo de manera natural aquel Centro de El Soto que mantenía de manera altruista, que le costaba dinero pues prácticamente vivía de las ayudas que los visitantes dejaban en el buzón de entrada, por lo que andaba sumido en problemas de subsistencia para sus animales casi siempre. Y a la pregunta de cómo no se volcaban las instituciones con él nos dio una respuesta que le había regalado Julio, el cura, unas horas antes: "Siempre resultan sospechosos aquellos que no reciben nada material, dinero fundamentalmente, a cambio de lo que hacen".

Y Fonso se acostumbró a vivir bajo sospecha. Tanto que el Centro de El Soto acabó muriendo de "la gripe de la burocracia", para ayudar no aparecía nadie pero para ahogarlo en papeles no faltaban, hasta el punto de darse la tremenda paradoja de que para los miembros del Seprona era una salida habitual llevarle los animales heridos que les llegaban y para la administración de la que dependía el propio Seprona... Mejor dejarlo, el importante era Fonso.

El Pajarero, aquel niño que soñaba con pájaros hasta el punto de bromear diciendo que "yo no puedo negar que tenía la cabeza a pájaro" y explicarse: "Imposible vivir sin tener la cabeza a pájaros, vivir sin esto (El Soto) me sería imposible", explicaba, aunque tuvo que hacerlo pero es seguro que donde fuera, en el corral, en su propia casa, vivía rodeado de animales de todo tipo.

Se entiende que no supiera vivir de otra manera con verlo llegar al Centro, ver cómo nada más que abre la puerta se van acercando desde ciervos hasta una cigüeña, a la que coge por el pico, la acaricia y le pide que cante, lo que hace al instante esta zancuda que "me la trajeron porque se había caído de un campanario por la zona de Astorga, parecía imposible que volviera a volar pero lo logró"

- Lo que pasa es que ahora no quiere marchar de aquí.

No era tonta la cigüeña. Quería quedarse con su amigo, aquel niño pajarero que después fue minero y hasta en el tajo mantenía su pasión por los animales. "A los más pequeños, lo que veía débiles o indefensos, los llevaba en botes de Cola Cao a la mina y a la hora del bocadillo iba a alimentarles y ver cómo estaban".

Todo un personaje, que siempre recordaba que trabajó un tiempo con la viuda de Rodríguez de la Fuente en el aeropuerto de Barajas con halcones, para espantar a las bandadas de pájaros pequeños que ponían en peligro su vida y la seguridad de los aviones.

Se ha ido, en injusto silencio y joven, este tipo singular al que sólo supimos ahogar en papeles y olvido.

No nos lo tendrá en cuenta.
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