04/07/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Creo que la RAE recomienda ‘amigovios’ pero el también juez periodístico del SEO prefiere que se titule con una fórmula más directa. Tan directa que haría ridículo cualquier intento de definirla como en ‘sacacorchos’, ‘pelirrojo’ o ‘abrelatas’. Tan directa como la que hemos visto que han optado los nuevos partidos en las últimas semanas a la hora de escoger sus compañeros de cama para los próximos cuatro años.

El azul y el naranja son como aquella pareja que discute a todas horas, que lo deja medio millón de veces convencido de que cada una de ellas será la última, pero que al final siempre se buscan y encuentran cuando se sienten solos. Se reparten asientos y consejerías como lo hacen dos novios recién emancipados con las tareas domésticas. Incluso se perdonan los poco disimulados cuernos con el verde, el nuevo y ruidoso vecino del 7ºB, a sabiendas que ideológicamente tres nunca fueron multitud. Supongo que hechos el uno para el otro, ya sea en lo municipal, lo autonómico o lo nacional, terminarán por unirse hasta que la muerte los separe.

Algo similar sucede con el rojo y el morado (ojo, últimamente puede confundirse con el púrpura de la bandera de León), pero sin tanto ‘mamoneo’. El morado siempre está pendiente de la llamada del rojo, una vez aceptado su papel de segundo plato, y aunque no haya amor saben entenderse en la cama. Una relación abierta y tóxica a partes iguales que, sin embargo, lo más probable es que no tenga demasiado futuro a largo plazo.

La condición asumida de ‘follamigos postelectorales’ de la que hacen gala los nuevos partidos puede acabar por enterrarles. Muchas encuestas, al menos las que no llevan demasiado aliño de ‘salsa Tezanos’, reflejan que estamos en un camino de vuelta al bipartidismo. Quién sabe, quizá el azul y el rojo no han dejado de ser amantes en secreto durante estos últimos años de tanto escarceo. Quizá todo era una estrategia para acabar juntos y revueltos de nuevo. Quizá y solo quizá porque ya se sabe que en el amor y en la guerra, al igual que es sus versiones beta del sexo y la política, todo vale.
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