28/02/2016
 Actualizado a 14/09/2019
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Cada uno firma como quiere y lo que quiere. Pero da la impresión de que últimamente se firma con mucha alegría y para todo. Las redes sociales están saturadas de peticiones de firmas para un sinfín de asuntos, algunos graves y serios, otros banales o sin sentido. Abarcan desde cuestiones relativas a la conservación de la naturaleza, el transporte público, la ayuda médica para un paciente, la disciplina de los colegios, las ballenas, la televisión o el maltrato de los animales hasta la permanencia de una colonia de gatos en un cementerio, que no se roben más bicicletas, que una marca comercial vuelva a hacer una promoción o que abran Mercadona en el Reino Unido. El sistema está perfectamente organizado y existen en internet portales o plataformas (unas parecen algo más serias que otras) de organizaciones presuntamente independientes a las que, por supuesto, se pueden hacer llegar donaciones (de dinero). Uno, de hecho, podría firmar una petición e inmediatamente su contraria. Y ocurre que, como el procedimiento de firmar para apoyar una petición, sea cual sea, ha dejado de ser excepcional, pocas veces se vuelve a saber de ella. En los últimos días muchos habrán recibido una invitación para firmar que Raquel Gago se mantenga en situación de libertad condicional hasta que exista sentencia firme porque hay quien considera injusto el veredicto contra la acusada. Yo, que debo ser de la antigua escuela y me creo a pies juntillas y a rajatabla la separación de poderes del estado moderno, espero de corazón que el magistrado (qué palabra tan hermosa) que tenga que decidir sobre el asunto no tenga en cuenta las firmas, por numerosas que estas sean, sino lo que la ley dicta o le permite. Porque, si no, será un mal juez. Dura lex, sed lex. Y si desconfiamos de la ley, por injusta o inoperante, ahí está el poder legislativo para remediarlo.
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