Fin y principio

01/11/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Está la luz dejándose ver a borbotones mientras resbala en el claroscuro un rostro de penumbra. Es día de difuntos y la imagen lacónica testimonia el misterio de la muerte sombría, siempre empapada en oscuridad, con un rictus de dolor desencajado a cuestas. No es apasionante morir. No es de recibo hacerlo a destiempo.Por eso es inconcebible que alguien le de la mano a la encapuchada con una sonrisa de vértigo a sabiendas del camino que ambos van a recorrer. Es un enano recoleto y entusiasta el que lo hace, que dice algo que apenas puedo escuchar desde la distancia. La muerte frena el paso y le mira casi como un gesto final que no varía su dogma laboral, pero le deja hablar. Le dice a la muerte que, de donde él viene rocía el aire un aroma a violeta embriagador que se envuelve en un horizonte de montañas preparadas para el fotograma. Vengo del paraíso muerte, mejor sigue mi camino, que tiempo tendremos de desandar cuando los relojes dejen de existir…La muerte marca una semisonrisa y sigue andando. Avanza en silencio mientras el simpático rostro no desiste en convencerla de algo ajeno a ella. La niebla va marcando los tiempos de la conversación hasta que sonido e imagen se funden a negro. Nada se escucha después, pero se ve salir de la nube ciega una burbuja sonrojadaque contiene el rostro feliz y helado del enano. La he convencido, dice. Formaremosgobierno a dos, yo y la más grande. Y vuela hasta desaparecer, creyendo que su fin es el principio.
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