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Fin de curso, no sé si reír o llorar

22/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Mi querida madre en apuros, que semana tras semana no para de batir récords (tendré que preguntar al Sr. Rubio, si ya se la puede catalogar como influencer), escribía a su legión de followers ayer: «Último día de cole, no sé si reír o llorar…», junto a una foto de su ‘creatura’ radiante saltando en la actuación del colegio.

Les invito a que saquen sus propias conclusiones, pero lo cierto es que no hay nada más reconfortante y maravilloso que ver a tu hijo ir todos los días feliz y contento al colegio.

Ya les adelanto, por si alguno esboza la típica sonrisa de concejal de la oposición, que esta columna no es para los antiniños, ya que muchos me verán como el típico padre ñoño, que se aprovecha de que el director del periódico sea el padrino adoptivo de su hijo para babear con los logros del niño.

Nada más lejos de la realidad, no tengo intención de contarles lo bueno y guapo que es mi hijo, y sí, voy a utilizar mi influencia para hablarles de una de las personas que más feliz nos ha hecho durante estos últimos meses.

Dicen que el periodismo no es una religión, es casi un sacerdocio, porque es pura vocación y compromiso. Algo extrapolable a la profesión de maestro, que siempre, y con permiso de la radio, es una de las profesiones más bonitas, y con una clase como la de Dimas, no les quepa la menor duda, de que más emocionante que muchos episodios radiofónicos.

Dejar a un niño que aún no ha cumplido los tres años en un aula, e irte al trabajo silbando o tomarte un pincho de tortilla en el Big Beng como si nada hubiera pasado, como si fueras el más duro del Oeste, es una farsa. Es una mentira de tal magnitud como aquella que cuentan algunos de que sus hijos duermen toda la noche del tirón y los sábados se levantan a las 11.

Ver como las madres se quedan con los brazos extendidos, como el robot que salía cantando ‘Bravo por la música’ con Juan Pardo, te arruga, pellizca y te hace sentir humano y papá.

¿Estará bien? ¿Le pegará algún compañero más placeado? ¿Será él quién pegue? ¿Fumarán Lucky en el bus? ¿Los pinos del colegio tendrán la procesionaria? ¿Las canastas estarán bien ancladas al suelo? Miles de dudas absurdas que, poco a poco, se van evaporando, porque la felicidad de ir contento al colegio lo borra todo, puede con todo.

Y en contra de lo que puedan pensar todo esto no es cuestión de suerte, de azar, o de que los planetas estén alineados, aquí el mérito es tener de profesora a Beatriz Calero Tejedor, más conocida como «Teacher Bea». El próximo martes nos darás la notas, tú ya tienes nuestro sobresaliente.
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