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Filósofos de lo gochuno

21/11/2021
 Actualizado a 21/11/2021
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Nisio, el de Voznuevo, que andaba en moto con 95 años, era socarrón como para regalar. Al margen de ir al despacho de billetes de Renfe cada vez que bajaba a León y pedir «uno de vuelta a Voznuevo», y sonreír mientras la taquillera buscaba el billete una y otra vez en aquellas cajas –lo de los ordenadores llegó tarde, como corresponde– a ver si aparecía ese pueblo.

- ¿Cómo me decía?

- Voznuevo.

- ¿Tiene estación?

- No señorita.

- ¿Entonces para qué viene?

- Para ver si la ponen, aunque sólo sea por no aguantarme.

Se conoce que les caía bien el paisano pues no la pusieron pero, vuelvo al suco que me esnorté, venía Nisio a cuenta de lo socarrón que era y cuando ibas a verlo siempre se producía la misma estampa.

- A ver, sacarnos algo de beber y cortar un poco de embutido. O un mucho.

- ¿No sabe que le prohibió el médico comer nada de cerdo?

Entonces sonreía, otra vez, y te preguntaba como quien no quiere la cosa, poniendo cara de buenín.

- ¿Oye, tú sabes qué habrá sido de aquel médico que se empeñaba en que no comiera chorizo?

Y se callaba esperando la respuesta que él ya conocía y sabía que era que «dijeron que había muerto».

- Vete a ver qué comería aquel hombre para morir tan joven; decía por lo bajo.

Y es que atacar al lobby del gocho es realmente peligroso, no solo por los hijos del refranero, que insisten en que les gusta «hasta los andares» y los amigos de la cocina imaginativa previa a la deconstructiva, los que cuando les dicen que coman berza se defienden argumentando que «la berza se la damos al gocho y ya comemos el jamón». Sin olvidar a los de las soluciones prácticas y cuando el médico insiste en que coman pescado «pues tiro el gocho al río, lo pesco un poco más abajo y lo preparo como si fuera una lubina».

Ojo a los filósofos de lo gochuno.
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