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Filosofía terapéutica

04/11/2020
 Actualizado a 04/11/2020
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Si algo podemos decir del ministro por azar, Illa, es que en su vida anterior –antes de ser contaminado por Iceta– viviría placenteramente explicando filosofía. Aquello de «sólo sé que no sé nada». Lo dijo Platón hace más de dos mil años y, hoy, le viene como anillo al dedo a todos los miembros del gobierno. O dando clases de lengua en algún instituto. Manejando los libros de Saussure, Chomsky, Mounin o el ‘Dardo en la Palabra’ del maestro Lázaro Carreter. Un libro que cualquier periodista, locutor o escribidor, debiera conocer para no lacerar la lengua castellana.

Pero algún día infausto, se produciría una inflexión en su vida, y fue promocionado a un ministerio del que poco o nada sabía. Dicen que «la ocasión la pintan calva». No esperó, para cogerla por los cuatro pelillos. Y ahí está, en la Puerta de Alcalá, para chingar a los madrileños. Lo que para un catalán siempre es un placer.

En su favor podemos decir que es el único que se gana el sueldo en este nefasto gobierno que raya lo delictivo (así, de no ser aforado, posiblemente Iglesias habría salido con las orejas gachas y el rabo entre las piernas).

El trago más duro fue la traición de Sánchez, que se lavó las manos con salfumant, y lo dejó tirado a los pies de los presidentes autonómicos. En esto, también a su favor, Illa puso de manifiesto el nefasto sistema autonómico, con sus consejeros incompetentes y soberbios, como nuevos ricos, que apenas valen para inaugurar teleclubs, y necesitan corte enorme de funcionarios serviles. A fin de cuentas «la pela es la pela» y para un nacionalista catalán, que farfulla el español, lo ideal es cobrar de España y estar fuera de ella. Tal como el capo, Puigdemont. Por estar solo, hasta le ha fallado Simón, para compartir el ridículo. El muy tunante ha sacado la lengua a pacer y ha dicho una grosería que le puede sacar de los medios.

Cuando al gobierno se le acaben los recursos –como la hucha de Toledo– o repitan las cosas por enésima vez, mientras el virus sigue cabalgando, lo mejor que puede hacer Illa, es repasar los apuntes de Filosofía y buscar, en las primeras páginas, a Boecio. ¡Pero cómo no se me había ocurrido! Boecio, que hoy tendría un edad de 1500, años y su gran obra ‘Consolación por la filosofía’. Y si las píldoras de filosofía no funcionan, nos daremos por perdidos. Ajo y agua, pues.
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