jose-antonio-llamasb.jpg

Filandón de ingenios

08/04/2019
 Actualizado a 14/09/2019
Guardar
Se han encontrado estos días en León tres de nuestros grandes escritores y han coincidido con la presentación de un libro sobre otro de los grandes autores contemporáneos. Ellos son Luis Mateo Mateo, José María Merino y Juan Pedro Aparicio; y el otro es Antonio Pereira. Con todos cuatro la relación del cronista ha sido buena y, en algunos casos hasta intensa. Y con Luis Mateo un tanto especial, larga, e incruenta, por haber coincidido en el avatar de Claraboya; y recientemente mucho más estrecha aún, pues, subiendo por la calle Ancha, le confesó, muy ‘soto voce’, un gran secreto: «Nosotros, Toño, somos de pililla pequeña».

Cualquier lector leonés, capacitado para comprender esta expresión tan nuestra, no necesita devanarse para acceder al significado de poco exigentes, nada ambiciosos, pero los forasteros deberán tener en cuenta de qué boca proviene y, sin han leído algo de su extensa, e intensa, obra narrativa, podrán considerar el valor que conlleva ser o no ser de esta guisa o manera. Para anticiparles, recuerden lo que decía Eduardo Mendoza, el gran barcelonés, cuando le preguntaban por el entonces Honorable Jordi Pujol: «Entre los sueños de nuestra promoción no figuraba el del poder». Lo cuenta Vázquez Montalbán en su libro ‘Mis almuerzos con gente inquietante’ en el cual también se ocupa de nuestro Martín Villa.

Porque si algo distingue a este grupo de escritores leoneses, en el que habría que incluir unos cuantos nombres que por pudor no voy a enumerar, a no ser un par de ellos que ya han muerto como Agustín Delgado y Jesús Torbado,si algo les distingue, decíamos, a parte de su talento, es que ninguno ha mostrado devoción alguna por el poder, bien se manifieste en forma de honores, títulos, prebendas, cargos, o cualesquiera de las manifestaciones del mismo. Y no es que no hayan tenido ocasiones. Es que su idiosincrasia crítica los ha mantenido alejados en pro de una visión de la existencia. Se trata de una ética.

En torno a ellos hay una riestra de pintores, periodistas, narradores, poetas, que conforman un corpus de generación de ingenios que han sabido nadar casi sin agua y respirar casi sin aire, mirando únicamente hacia un único horizonte que era la obra bien hecha, independientemente de la promoción o el triunfo, cosas ambas meramente circunstanciales y a merced de casualidades muchas veces. Pero ahí están ahora esos tres genios leoneses dedicando a su tierra el fruto de su esfuerzo. Y ahí está también la obra de aquel excepcional Antonio Pereira, haciendo el regocijo de los lectores que se acercan a su sarcástico ingenio de contador de cuentos.
Lo más leído