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Fiestas participativas

23/06/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Siempre he sentido envidia de aquellos que se podían ir de vacaciones los últimos días de junio o los primeros de septiembre, como algún director de periódico aficionado al cicloturismo, que evidentemente no citaré por aquello de mantener la intimidad conileña.

Y entre estos dos períodos envidiaba mucho más a aquellos que se iban en junio (los que tenían pueblo y no volvían hasta septiembre, menudo lujo), porque aquí nos quedábamos los apátridas, contentándonos con ir por las tardes a la Venatoria y cruzando los dedos para que un domingo hiciese bueno y poder ir con los amigos en el tren a Gijón.

Creo que he repetido hasta la saciedad que las verdaderas fiestas de León son los días de la Semana Santa, y yo personalmente pienso que habría que potenciar aún mas San Froilán: «guardarse una tiradina de fuegos para octubre, no estaría mal». Dicho lo cual –como dicen los políticos– creo que el concejal de Fiestas y Comercio ha elaborado unas buenas y más que dignas fiestas de San Juan y San Pedro. Y digo buenas, porque muchas veces no somos conscientes de lo complicado que es confeccionar un programa en el que se dé gusto a todos. Tener una semana de conciertos, sin pagar ni un solo euro, con grupos importantes, parece que a algunos no les convence. Estamos de acuerdo que no son los R.E.M, Los Planetas o los idolatrados de la canción protesta.

Pero todos aquellos que lo critican deberían saber que el «de gratis» no está en los planes de los ídolos y heroínas del pueblo, porque no son precisamente los toreros en la corrida de beneficencia, que lidian y se juegan la vida desinteresadamente. Aquí nadie canta de gratis para el pueblo, siempre hay que pasar por caja. Porque al final y como dice una querida amiga: «El dinerito es muy rico y a todos nos gusta mucho».

No recuerdo en León unas fiestas en las que salgamos a la calle eufóricos, presos de felicidad y llenemos las plazas con carpas, guirnaldas y barras de cerveza, es más, estoy convencido de que de participar, lo haríamos de forma testimonial. Por ello no doy crédito, cuando escucho a algunos hablando de lo participativas que eran y deberían ser las fiestas. Con esos comentarios te da la sensación de has vivido más cerca del Real con el «traje güeno, las patillas largas y el taco gordo» tocando las palmas y comiendo jamón, cuando lo único que recuerdo de gratis, era ir con mi primo David al hípico a ver a la Srta. Amores o al Sr. De Wit. Y no siempre era de gorra, ya que acabábamos picando y apostábamos la propina a la gemela.
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