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Fiesta, fiesta, fiesta

10/11/2018
 Actualizado a 11/09/2019
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Globos terráqueos luminosos se encienden al fondo del escenario. Me pregunto: ¿cuándo dejamos de recorrerlos con el dedo?, ¿cuándo dejamos de pensar en que, al crecer, visitaríamos el mundo entero? Ahí estaban, todos los países al alcance de nuestra mano, brillando. En la infancia el mundo era pequeño, como nosotros. Estaba ahí para que lo descubriéramos. ¿Cuándo empieza a resultarnos enorme, agobiante, inalcanzable?

«Quiero que el mundo entre en las aulas, porque las aulas están llenas de mundo», dice Lucía Miranda. Es la autora de ‘Fiesta, fiesta, fiesta’, esta obra teatral con fondo de globos terráqueos, y un plinto, que analiza con inteligencia y amor -pues claro- el mundo de la educación. Un universo próximo y, a la vez, desconocido. Por eso la dramaturga-astrónoma no ha querido mirarlo sólo de lejos, con un telescopio que tal vez lo distorsione, sino meterse en un traje espacial y salir ahí fuera, a la gravedad cero.

‘Fiesta, fiesta, fiesta’ es teatro documental. La obra se ha creado con decenas de historias que Lucía Miranda grabó en un Instituto de Educación Secundaria de Madrid. El 95% del texto, explica, se basa en la transcripción directa de testimonios de alumnos, profesores, padres y personal de este centro. Se completa con el excelente trabajo de los actores para interiorizar las voces de esas personas a través de la técnica del verbatim, que la dramaturga conoció durante sus clases en la Universidad de Nueva York.

El lenguaje es identidad y eso es el verbatim, asegura Miranda. Así es. Y la verdad de lo que vimos el jueves los espectadores en el Teatro Bergidum de Ponferrada sólo puede venir de la realidad y del talento de una dramaturga que ordena ese mundo, lo que constituye el principal trabajo del creador.

Ahora que se acaba de anunciar otra reforma educativa, sus legisladores deberían ver esta obra. No sé si encontrarán respuestas, pero desde luego se harán las preguntas adecuadas. Sobre la diversidad cultural; los programas; la frialdad de la administración que cesa de un día para otro a un bedel o bedela, profesora o profesor; y las dificultades de los alumnos de las familias más pobres, con el enorme agujero negro que eso crea.
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