Fernando Jáuregui: "El periodismo es reflejo de la deriva de la clase política"

El periodista y escritor cántabro es coordinador y coautor del libro colectivo ‘Los periodistas estábamos allí para contarlo’

J.R.
06/02/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Fernando Jáuregui, el pasado viernes en La Nueva Crónica. | MAURICIO PEÑA
Fernando Jáuregui, el pasado viernes en La Nueva Crónica. | MAURICIO PEÑA
El periodista y escritor cántabro, Fernando Jáuregui, acudió el pasado viernes a la capital leonesa para presentar el libro ‘Los periodistas estábamos allí para contarlo’, del que ha sido coordinador y coautor y que ha contado con la participación de 155 periodistas, entre redactores y fotógrafos, que aportan su personal visión de la Transición.

¿Cómo recuerda aquel periodo en contraposición al momento que hoy estamos viviendo en este país?
– Pues fue una primera transición en la que todos estábamos convencidos de que teníamos un papel que jugar, un papel benéfico que jugar. Luchábamos todos, cada cual dentro de su parcela, cada cual dentro de su propia ideología, por una misma cosa, que era democratizar el país, sacarlo de una situación de dictadura centralista para llegar a una democracia más participativa, territorialmente más homologable. Y lo hicimos. Los periodistas estábamos en ese papel, como estaban los políticos también. Pensábamos un poco en la marcha de la nación. Ahora no es ese el caso, ni mucho menos.

¿Esa ausencia de un objetivo común es lo que está motivando que el periodismo esté dando bandazos o que haya cambiado sus prioridades respecto a aquel periodo histórico?
– El periodismo y la nación. Creo que el periodismo en este caso no es más que un reflejo de la deriva de la clase política y de la sociedad en general. Yo creo que estamos viviendo unas horas de egoísmo, de nacionalegoísmo, unas horas de involución, por otra parte, de involución ideológica muy seria, y eso nos va a llevar a cosas indeseadas. No estamos en absoluto construyendo unas sociedades del consenso. El principio de los cuarenta años de arranque de la Constitución , incluso un poco antes, seguramente estaba marcada por unos afanes mucho más altruistas, mucho más solidarios, y por un sentimiento verdaderamente político de la vida y no egoísta. Y esto evidentemente tendrá consecuencias. A mí no me cabe la menor duda de que tenemos que regenerar este país, pero de arriba a abajo.

¿En su opinión qué papel deben desempeñar las nuevas generaciones de periodistas ante la situación nada halagüeña que está describiendo?
– Nos falta un panorama crítico y autocrítico. Nos falta una suerte de profundidad a la hora de meditar en los actuales males de la nación y en lo que pueden ser las soluciones a esos males. Pero esa profundidad no la tienen tampoco nuestros representantes; es decir, eso que se llama con más o menos fortuna clase política, con lo cual a lo mejor simplemente estamos siendo el reflejo de lo que hay ahí arriba, en la superestructura. Y el reflejo de eso que hay ahí arriba es francamente pobre. ¿Qué nos falta a los periodistas? Todos, los viejos y los nuevos, yo creo que hemos caído en una falta de esfuerzo colectivos y de conocimientos colectivos. No es cierto que las generaciones de ahora sean las mejor formadas de la historia. No es verdad. Y eso nos atañe también a los periodistas.Nos hemos convertido en generaciones google porque cualquier acontecimiento que ocurre acudimos allí a mirarlo, a analizarlo y a diseccionarlo. Entre la falta de personal de las redacciones, que es muy grave, y esta falta de espíritu laboral que tenemos –decía Pompidou que la pereza es un elemento motor de la humanidad– pues seguramente es que nuestro elemento motor fundamental sea la pereza en estos momentos, lo cual es mal asunto. No quiero mostrarme demasiado pesimista, pero es que tampoco veo muchos motivos para el optimismo en este momento.

¿Por qué ahora se cuestiona por parte de ciertos sectores de la política el periodo de la Transición, que ustedes reivindican con la publicación?
– No se cuestiona, vamos a ver. Hay grupos de insensatos que no han reflexionado lo suficiente sobre nuestro pasado inmediato, y sobre nuestro presente ni nuestro futuro, y que basándose en ambiciones y prejuicios más o menos demagógicos han decidido hacer tabla rasa de todo lo que fuese anterior a ellos. Y así al grito de caspa o de casta o de ya no vale nada o de que hay que renovarlo todo desde el principio, pues hacen tabla rasa, ya digo, de una época que tuvo muchísimos valores y muchísimo mérito. Yo asistí como testigo privilegiado a los albores de eso que se llamó la transición a la democracia, vi las dosis de valor y de imaginación que hacían falta para sacar adelante esa transición, y me parece profundamente injusto ahora, y muy peligroso también, hacer tabla rasa, cargarse todo aquello y decir que hay que empezar de cero. Creo que los que eso dicen ya se han dado cuenta también de su error. Pienso que los que eso dicen ya están volviendo grupas pero sobre todo están cuarteando entre ellos. Estoy refiriéndome a Podemos pero también me podía referir a otros grupos, al emergente Vox, por ejemplo, y algunas actitudes que he visto en los otros partido consolidados.

¿Qué cree que puede aportar en la situación en la que nos encontramos un libro como ‘Los periodistas estábamos allí para contarlo’?
– Hay cosas ahí que no se conocen. Cada cual ha aportado su parte de biografía. ¿Qué se quiere demostrar con este libro? Supongo que cada uno de los 105 o los 155 querrá aportar su particular grano de arena a la construcción de una historia colectiva. No es un libro de Historia, sí de historias si se quiere. Es un libro en el que de alguna manera lo que queremos reflejar es que estábamos allí para contarlo. Los que cuentan la historia, los periodistas en este caso, son parte de la historia, son parte de una realidad que se forjó porque, entre otras cosas, la realidad es como nosotros la contamos.

Los testigos de aquella transición, ¿qué papel pueden o deben jugar hoy para reconducir la situación actual?
– Deberíamos, en la medida en que podamos y en la medida en que nos dejen, cooperar a serenar un poco la situación. Deberíamos cooperar a recordar que noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique, y que el periodismo espectáculo es una basura. Deberíamos contribuir, en la medida en que podamos hacerlo, a eso. De momento qué hacemos, pues libros como ‘Los periodistas estábamos allí para contarlo’, dar vueltas de ciudad en ciudad, de periódico en periódico, cuando nos quieren atender, y recomendando eso, que hay que serenar los ánimos, mirar las cosas con distancia crítica y, lo voy a repetir una vez más, que noticia es todo aquello que alguien quiere que no se publique, lo demás es publicidad o peloteo.

En declaraciones a la agencia Ical ha dicho que la libertad de expresión, por la que tanto ha luchado su generación, está un poco de capa caída. ¿Cree que ha habido realmente un retroceso en este sentido?
– Absolutamente. Si yo pensase que los catalanes presos son presos políticos, que no lo pienso pero también podía pensarlo legítimamente, pues seguramente no podría expresarlo en determinados medios. Eso es una manera de coartar la libertad de expresión.

¿Eso no se dio de igual modo en los años de la Transición?
– Supongo que siempre tendríamos nuestras líneas rojas, pero había menos. Sobre todo había menos autocensura a la hora de expresarnos porque salíamos de la censura y se hizo de manera muy burbujeante, con fuegos artificiales. Ahora estamos consolidando privilegios y situaciones de hecho a las que hay que mantener muchas veces porque si no qué. Entonces tenemos miedo, seguro que tenemos miedo. Pero es que también es verdad que la sociedad, que ha involucionado seriamente, tampoco ayuda a abrir los cauces, porque ha perdido el sentido del humor y el sentido de la medida. A mi me parece repugnante que un señor se suene los mocos con la bandera de España. Me parece lamentable, pero desde luego yo no quiero meter en la cárcel a ese señor como algunos han querido. Me parecen idiotas algunas canciones de ciertos raperos o ciertos tuits, pero desde luego no vamos a meter en la cárcel a esa gente por eso. Estoy hablando de cosas extremas. Pero también podríamos hablar de cómo nos tragamos verdades que no lo son, como por ejemplo que hay bombas que vendemos a determinado país que solo matan yihadistas y no a niños y mujeres, o que las cosas que decía el presidente del gobierno cuando no era presidente del gobierno no son las mismas que dice cuando..., en fin. A veces ese asedio a la libertad de expresión significa por nuestra parte aquiescencia ante cosas de las que deberíamos discrepar y ante las que deberíamos replicar que esto no es así. Y sin embargo no lo estamos haciendo.

¿La prensa de provincias puede hacer algo para revertir esa situación?
– La verdad, no veo la diferencia entre provincias y Madrid. Los medios de provincias tienen sus sujeciones y sus dependencias como los tienen los de Madrid o Barcelona. A mí lo que me preocupa es que muchas veces, siguiendo esas sujeciones o esas dependencias, vamos más allá de lo que debería ser correcto a la hora de informar a nuestros lectores y a nuestros oyentes o a nuestros espectadores. Y eso sí que es malo. Yo no veo que haya diferencias en este sentido entre los periódicos de provincias y los de tirada nacional. Cada cual tenemos nuestra escala. Pero hace falta una reacción general en los medios, hace falta un desperezarse y gritar alto nuestra disconformidad en los medios. Y no estamos siendo ayudados en eso tampoco por las organizaciones corporativas. No nos están defendiendo mucho y eso también es un síntoma más de decadencia. Lo que necesitamos ahora mismo es una labor colectiva.
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