Fernández Mañueco o el 'tiki taka' en la política

Alfonso Fernández Mañueco vive con intensidad sus dos pasiones desde niño: la política y el fútbol

Ical
12/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Acto de toma de posesión del presidente de la Junta Alfonso Fernández Mañueco, junto a él, el presidente del PP, Pablo Casado. | ICAL
Acto de toma de posesión del presidente de la Junta Alfonso Fernández Mañueco, junto a él, el presidente del PP, Pablo Casado. | ICAL
Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) vive con intensidad sus dos pasiones desde muy niño: la política y el fútbol… y no siempre (y necesariamente por ese orden). Ambas han formado parte de su vida cotidiana casi desde que aprendió a andar por la plaza Mayor salmantina con su padre, Marcelo Fernández Nieto, alcalde que fue de la ciudad entre 1969 y 1971, y su madre, de donde le viene el activismo político que le llevó con 18 años a fundar la primera asociación de estudiantes de la democracia en la Universidad de Salamanca y a afiliarse a las Nuevas Generaciones del PP. En su segunda pasión, el balón, la suerte de este madrilista contumaz ha sido más desigual, quizá porque es complicado que una persona acostumbrada a organizar el juego (en política) termine anclado en la portería. El caso es que no hay referencias de sus éxitos deportivos; sí de los otros.

El flamante presidente de la Junta entiende la política como Vicente de Bosque el fútbol: de forma academicista, desde atrás, elaborando las jugadas, con paciencia, con preciosismo, intentando abrir espacios y tirando a puerta en el momento justo para resolver. Como él, practica la memoria, conoce el sistema, estudia cada jugada de los partidos que ya se han disputado y toma nota, analiza con mucho tiempo cada paso que debe dar y cuando lo hace defiende la posición y ahoga al contrario en su área. Es posible que el ‘tiki taka’ no sea de muchos goles. Solo los suficientes para ir ganando los partidos y que, como a la selección Española hace ahora nueve años en el Mundial de Sudáfrica, le valga un gol en la prórroga para ganar una competición en la que empezó perdiendo. Poco hay que decir más de lo ocurrido en las cinco últimas semanas.

Esta manera de desempeñarse en política solo es posible si se conocen los vericuetos por los que transcurre desde abajo, casi como un recoge-pelotas. Así empezó en un PP salmantino sin poder institucional y noqueado por la pérdida de la Diputación en 1991, a las órdenes de Julián Lanzarote, un ‘Juanito’ de la política con olfato de gol, pero de jugadas menos elaboradas y más temperamental e impulsivo.
El veterano político vio en este joven abogado su contrapunto de temple y serenidad y lo aupó a la Secretaria General del partido en Salamanca en 1993, desde donde tuvo que pilotar una renovación profunda del PP de esta provincia, que obtiene el respaldo de las urnas en 1995 con la llegada del propio Lanzarote -entonces renovador- a la Alcaldía de la capital y la entrada de Fernández Mañueco como concejal, si bien con un trabajo más volcado en la diputación. Al año siguiente, el más joven de los diputados provinciales (28 años) era elegido presidente de la institución no sin recelo de quienes se veían con más galones para llevar la máquina provincial.

Era el primer equipo importante para la carrera de una persona que disfruta de la política. Quizá por ello, no tardó en estar en las quinielas para la Administración autonómica, incluso en la etapa de Juan José Lucas. Ese salto, como si fuera una secuencia lógica, llegaría en 2001 de la mano de Herrera, primero como consejero de Presidencia y al año siguiente como número dos de un partido que él mismo reconocía entonces, carecía de una coordinación adecuada, acentuada además por un periodo de bicefalia en el PP, aún en manos de Juan José Lucas, y el Gobierno, que pilotaba Juan Vicente Herrera.

Desde la Secretaría General tuvo que impulsar nuevamente una renovación de un partido profundamente enraizado aún en los equipos que trabajaron ya con José María Aznar y sujetar una formación en la que los intentos de fortalecer proyectos regionales estiraban las costuras de las organizaciones provinciales, ya de por sí tensionadas a veces por un discurso más avanzado en lo social de lo acostumbrado por el PP y en el que los conflictos que iban surgiendo con los dirigentes nacionales han ido creciendo.

Pese a todo, hay que contar en su haber con la solidez generalizada de los resultados electorales del PP en toda la Comunidad, con mayorías que han ido creciendo hasta que en 2015, los populares perdieron pie en los comicios autonómicos y en la mayoría de los ayuntamientos principales. Esta situación que se agrava en 2019, ya con él como candidato autonómico, cuando el PSOE logra la victoria electoral en Castilla y León por primera vez en 36 años y se queda con una parte importante del poder municipal.

El siguiente apeadero de la carrera política pasa otra vez por Salamanca. En 2011, la necesidad de renovar la candidatura al Ayuntamiento de la capital, minada por una gestión muy personalista y altisonante de Julián Lanzarote, y un cierto distanciamiento ya con las políticas de la Junta, le llevan a su tierra, esta vez, como alcalde, aunque ya con la sustitución de Herrera en un horizonte que nadie adivinaba que fuera a ser tan lejano. Pese a las dudas, Fernández Mañueco revalida su condición de número dos y suma a su currículum de méritos este paso por la política municipal, muy del gusto de quienes defienden un PP con más vis política.

El sentido de la anticipación en el juego le vuelve a ser tremendamente útil cuando se abre el melón, tantas veces aplazado de la sucesión de Herrera. Pese a los intentos de Antonio Silván de fraguar una alternativa, Mañueco ya había consolidado un estilo de juego que encierra al contrario en su área y le impide la posesión del balón. Era cuestión de tiempo que se impusiera con contundencia a su rival. Quizá pensó entonces que ya había hecho lo más difícil, pero en política, como en el fútbol, no hay que dar el partido por ganado antes de tiempo.

La aparición de nuevos jugadores en el terreno, un cierto desgaste en las ideas del equipo propio y la eficacia en los cortafuegos del conjunto contrario, le llevaron el pasado mes de mayo a la derrota. Como en el Mundial de Sudáfrica, tras perder contra Suiza, el entrenador tiró de experiencia y manual: paciencia, perseverancia, posesión del balón, dejar que el rival se desgaste y meter el gol definitivo, aunque sea en la prórroga. En definitiva, ‘tiki-taka’. ¿Resultadista? Eficaz para sus intereses.
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