Fermín Rodríguez: En lo breve, la elegancia

Noventa y nueve razones encierra su publicación 'Terceras personas' para ser leído. Tantas como relatos cortos envuelven sus páginas

Ruy Vega
25/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Portada del libro 'Terceras personas' que ha ocupado la mesa de lectura de Ruy Vega este mes.
Portada del libro 'Terceras personas' que ha ocupado la mesa de lectura de Ruy Vega este mes.
Papá, hay técnicas de escritura que, como sabes, son realmente difíciles de dominar. Muy, muy difíciles. Y una de ellas, así recuerdo haberlo hablado largo y tendido con el escritor Gonzalo López Alba, es el relato corto. Todo tiene su campo, su camino por el que moverse con suavidad, rescatando lo bello o lo impactante en aquellos puntos e instantes que sea necesario. Sin embargo, en el relato corto todo se condensa en unas líneas: el antes, el ahora y el posible después, la reflexión, la aventura, lo anecdótico y lo cómico, todo, absolutamente todo, en apenas unas palabras. El libro que hoy te traigo es un perfecto ejemplo de este buen hacer. Se trata de ‘Terceras personas’, de Fermín Rodríguez Trabado.

El libro se reparte en noventa y nueve relatos, quedándose a uno del centenar, quizá sea ese ya el primero de los guiños a una realidad que siempre se nos muestra incompleta.

Por cierto, he de decirte que el día de la presentación del texto, acompañaban al autor dos magníficas plumas de las que ya te hablé en su momento. Manuel Cuenya y Noemí Sabugal estaban allí, a ambos lados, empujando un libro que de por sí ya tiene camino ganado. Y es que, cuando dos enormes autores como Noemí y Manuel acompañan a un tercero, sin duda es porque el buen hacer de éste está más que asentado. No se puede empezar mucho mejor, la verdad. Y más si tenemos en cuenta quién hace el prólogo, que no es otro que Miguel Ángel Varela, sin duda, ya lo sabrás, uno de los mayores referentes de la cultura en El Bierzo.

Es este, papá, un libro del todo. No me equivoco si afirmo que es un libro de la vida, de lo cercano, de lo lejano, de lo que nos preocupa y de lo que nos hace reír. Dentro de todos los relatos, te he seleccionado algunos, y de éstos, textos que te llevarán a pensar, como yo lo hago, el buen futuro de Fermín si decide seguir por el adictivo camino de la escritura. Hay uno, de los primeros que encontrará cualquier lector, que me sonsacó la primera de las múltiples sonrisas. Se trata de ‘El jardinero mudo’, en donde con maestría el autor nos dice que «tras la muerte del jardinero mudo, las flores dejaron de saber unas de otras». No lo sé (ojalá pudiera), pero te imagino leyendo esta parte de la carta y ya sonriendo, a la vez que lo anotas en tu lista de libros pendientes de leer.

Otro de los relatos, y como verás es un perfecto ejemplo de cómo condensar una profunda reflexión tras un relato tan corto, me llamó la atención por poderosamente sincero con la realidad de algunas absurdas situaciones. Se trata, además y curiosamente, del relato número trece, cuyo título es ‘El cerco’. En él, nos dice (y trascribo literalmente el relato completo):
«Cuando se vio inexorablemente rodeado por el fuego, sacó su arma reglamentaria, pensó en su familia y apretó el gatillo. Pero el enemigo era tan poderoso como etéreo, y las balas no pudieron frenar su avance».

Realmente, creo que no es necesario añadir nada más. Un aplauso sincero. Un reconocimiento enorme al talento por la reflexión y lo cómico, como se nos muestra también en el relato ‘Mensaje en una botella’, en donde se nos cuenta que, tras llegar una botella con, evidentemente, un mensaje en su interior, al abrirla, se podía leer: «¿Hay alguien ahí?». Casi se podría decir que se trata del primer mensaje de Whatsapp de la historia. ¿No? Genial, sencillamente genial. Muy propio de textos de envergadura como los de Luis Artigue, quien maneja un humor único y decididamente original.

Decía el propio Fermín, el día de la presentación, que tenía más relatos que había descartado. Qué difícil es esa labor. Los que hemos escrito alguna vez lo sabemos, tú lo sabías, yo lo sabía y admiro a quien sabe cómo realizar una labor tan delicada. Es muy similar a cuando un cantante o grupo rechaza canciones para su nuevo disco, algunas de las cuales, incluidas en trabajos posteriores, han sido auténticos éxitos. Cuántas maravillas habrán quedado fuera, cuántas. Cuántas podrían estar aquí mismo, y cuántas nos ha privado de leer el gran Fermín. Esperemos que siga con ello y en algún momento alguna de las rechazadas se cuele en nuevas publicaciones.

El libro está completado con la inclusión de textos de otros autores, que ayudan a situar el relato que vas a leer. Es, sin duda, muy acertado. Hay muchos, pero te dejo aquí algunos que sirven, además, para valorar el buen gusto del escritor en la selección de los mismos. Creo que puedo afirmar que esto solo es posible si el escritor es un devorador de textos desde hace años (desde siempre).

Por ejemplo, en el número cincuenta y tres, incluye una frase de Ayesha L. Rubio: «no era un lobo cobarde, ni mucho menos, ¡era sencillamente vegetariano!». Posteriormente, en el ochenta y cinco, un extracto de Antonio Gala: «…nunca supe con exactitud la hora en que nací; de ahí que los astrólogos no pudiesen establecer sin errores mi horóscopo».

De entre algunos de los textos, hay uno en el que todos los que hemos escrito nos sentimos plenamente identificados. Recuerdo haber escrito un relato con el mismo fondo hace ya algún tiempo. Lo podrías leer, papá, en el número veintitrés, en donde la última frase del relato ‘Vértigo’ nos dice que «y el caso es que no era más que un puñado de folios. ¡Pero tan blancos!». No dudo de que tú también tenías esa misma sensación.

Tampoco puedo dejar atrás uno que, será porque estos temas siempre me han atraído especialmente, me ha gustado mucho. Se trata del número ochenta y ocho, cuyo título es ‘El gato de Schrödinger’, y cuyo texto, completo, es:
«Hasta el hocico ya de tanta incertidumbre, el gato de Schrödinger se negó, en redondo, a entrar en la caja. Y allí dentro se quedó».

Insuperable. Tú que conoces bien la paradoja, seguro que habrás sonreído tras su lectura. Sin duda, este texto lo encierra en sí mismo. Podría estar rellenando páginas y páginas con reflexiones sobre el libro o con extractos del mismo, pero creo que es el momento de cerrar esta nueva carta, a ninguna parte, con la que espero que allí donde ahora estás te haga pasar un rato de divertida lectura y que te anime para colocar, como estoy seguro que así será, a Fermín entre los escritores pendientes de leer.

Podría hablarte de algunos de los que a mí, personalmente y por uno u otro motivo, más me gustaron, llegando a leerlos más de una vez. Te hablaría de ‘Nochebuena’, o de ‘Poeta y laureado’ (con una enorme reflexión de fondo), como también de ‘Dos hamacas bajo el sol’ y de ‘Puertas giratorias’. Todos ellos maravillosos.
Cierro con un nuevo acierto incluido en ‘Terceras personas’. Entre las acertadas referencias a otros autores y textos, hay una que está claramente identificada, y no es otra que la aportación de distintas y variadas versiones al conocido cuento de Augusto Monterroso, que nos dice: «cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Nos dice Fermín en ‘Insomnio’: «cuando terminó de contar dinosaurios, ya nunca más pudo conciliar el sueño».

Acabo ya la carta, papá. Te dejo descansar para que sigas leyendo ahora que ya dispones de la eternidad para hacerlo, pensado que quizá, por qué no, ya tengas entre tus manos algunos de los libros de los autores leoneses de los que te he hablado. Solo haz el guiño de una estrella, yo estaré mirando. Siempre miro, siempre…
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