13/12/2016
 Actualizado a 12/09/2019
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¡Feliz Navidad! Es un saludo muy común por estas fechas. Más o menos todos tenemos recuerdos, o tal vez experiencias actuales, de navidades felices. Sin embargo, hay gente a la que le deprime la Navidad. Ello no impide que sean muchos los que la esperen con ilusión. También son muchos los que, a su forma, intentan preparar la Navidad. De ello da buena fe la masiva afluencia de gente en los establecimientos comerciales o la ornamentación de balcones y casas con motivos navideños. No obstante, dado que realmente lo que da sentido a estas fiestas es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, se entiende que la mejor preparación es la que la Iglesia ha establecido para los cristianos durante las cuatro semanas del llamado Tiempo de Adviento. Lamentablemente no todos lo toman en serio, pues en gran manera la Navidad se ha vuelto a convertir en aquella fiesta que celebraban principalmente en la Roma pagana por estas mismas fechas.

Pero, sobre todo, hay algo que parece empañar de manera especial la alegría navideña. Nos referimos a la inoportuna visita de la muerte. Prácticamente nos encontramos todos los años con familias que experimentan la pérdida de un ser querido. Y estamos pensando en estos momentos en situaciones muy concretas y recientes, especialmente dolorosas cuando se trata del fallecimiento de una persona joven y de forma repentina. Es muy difícil poder ofrecerles una palabra de consuelo ante el vacío de esa silla en la que otros años se sentaba para la nochebuena. Y, sin embargo, es precisamente gracias a la Navidad, es decir, gracias al nacimiento de un Salvador, que la vida y la muerte cobran sentido.

Acabamos de celebrar esta tarde el funeral y entierro de mi paisano y amigo Jesús, muy querido profesor de economía en la Universidad de León y, sobre todo, persona buena y sencilla. Sin duda su muerte nos ha descolocado y entendemos el profundo dolor de sus seres queridos, de sus padres, esposa, hijas… Aparentemente al menos, contrasta la noticia de su muerte con el mensaje litúrgico del pasado domingo, tercero de Adviento: «Estad siempre alegres». Es verdad que a continuación de esta invitación el Apóstol Santiago nos daba la verdadera razón de esta alegría: «El Señor está cerca». Ciertamente los primeros cristianos no pensaban en la cercanía de la Navidad, sino en la segunda venida del Señor. Para Jesús esta venida ya llegó en su querido pueblo de Quintana del Castillo, poniendo fin al Adviento de su vida. Confiamos en que para el llorado profesor sí sea Feliz Navidad, aunque nos haya dejado tan tristes.
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