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Feliz ascenso

28/05/2017
 Actualizado a 13/09/2019
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Contra todo pronóstico, no estalló la Tercera Guerra Mundial el día que se suspendió un partido de la selección nacional de fútbol en Bruselas por amenaza terrorista, y eso que la ciudad estaba llena de periodistas deportivos españoles. Con asombrosa ligereza pasaban de hablar de la estrategia de Julen Lopetegui a la radicalización de los musulmanes a través de internet, pues no en vano de radicalización y de internet ellos saben bastante. Además de saber de todos los deportes, de todas las categorías y de todos los países, además de dar lecciones de anatomía humana cada vez que se lesiona un futbolista (calculan el tiempo que va a estar de baja, en función de su cojera, con la misma soltura con la que los sindicalistas agrarios cifran el coste para el sector de una granizada que no ha dejado de caer), esta semana hemos podido comprobar que los periodistas deportivos españoles también lo saben todo de los entresijos de la delegación central de grandes contribuyentes de la Agencia Tributaria y del injusto reparto de áreas de los jueces en la Audiencia Nacional. Supongo que todo debe de resultar muy fácil después de tener que lidiar con Luis Enrique o con José Mourinho. En León, los periodistas de deportes están de enhorabuena porque ellos llevan muchos años en Primera y al fin el fútbol de la capital se puede acercar a su categoría. Aunque la Cultural ascienda a Segunda, lo creo sinceramente, seguirá por debajo del nivel de la mayoría de los periodistas deportivos de esta ciudad. De todos ellos los mejores son, por si alguien lo duda, los de este periódico, Jesús Coca, Jorge Alonso y Alejandro Cardenal, que llevan todo el año emocionándose, conteniéndose y volviéndose a emocionar con cada partido de la Cultural, llamándose a sí mismos a la calma y a la euforia hasta alcanzar una bipolaridad que los convierte en insoportables y admirables al mismo tiempo. En el periodismo deportivo se incumplen prácticamente todas las máximas del periodismo que se estudian en la universidad, empezando por el principio de objetividad, pero sobra lo que le falta al resto: pasión. Y trabajo, mucho trabajo, tanto trabajo como sólo puede hacer una persona a la que le apasiona lo que hace. Por eso conectan con el público de otra manera, por eso algunos lectores empiezan por la sección de deportes y otros directamente la evitan, por eso en este país hay miles de entrenadores frustrados y millones de periodistas deportivos vocacionales que, como tales, creen que analizan desde la más absoluta objetividad si ha sido o no penalti y si acertó o se equivocó el entrenador con los cambios realizados, creando ídolos y destruyendo dioses todos los días de la semana. Por los periodistas deportivos leoneses me alegraría especialmente si la Cultural al fin asciende. Para ellos, a partir de ahora, debería quedar la lección que dejó el escritor berciano Valentín Carrera a su paso por la última feria del libro de León: «En este país nos hemos acostumbrado a contar muy bien las cosas que se hacen mal y a contar muy mal las cosas que se hacen bien».
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