Después de la columna de la semana pasada en la que cuestionaba la posibilidad de una felicidad «en sí», no sólo algunos amables lectores me han hecho llegar su opinión y argumentario a favor de la existencia de la misma, sino que, además, me he enterado de que existen diversas escalas e índices para medirla: la escala de Veenhoven, el índice subjetivo Well-Being o la escala Biswas-Diener, por citar algunos de ellos. Todos manejan una serie de fórmulas y algoritmos que relacionando algunas variables y parámetros pretenden dilucidar el grado de felicidad de una persona.
Siendo la estadística el hecho diferencial de este tiempo nuestro y de nuestra sociedad, el afán por medirlo todo, nos aboca a la cuantificación antes que a la calificación, cantidad por calidad. Sin cuestionar la bondad de tales métodos, dados a medir la felicidad, me quedo con cualquiera de las tablas que utiliza un niño para medir lo contento que está: bien la que consiste en el número de vocales con las que prologan la sílaba, por ejemplo: ¿Eres feliz? Siiiiiiiiiiiiií. ¿Cuánto? Muuuuuuuuucho. O aquel otro más ilustrativo que consiste simplemente en abrir más o menos los brazos con las palmas de las manos enfrentadas, calibrando. Métodos ambos que se pueden simultanear y complementar.
Manejando alguno de estos métodos, un equipo de investigadores de la Universidad Roma Tre, de Italia, ha llevado a término una investigación sobre la relación entre la lectura y la felicidad de los individuos. Del mismo se deduce que, los lectores son en general más felices que los no lectores, los lectores sienten más a menudo momentos de felicidad que los que no leen y experimentan emociones negativas con menos frecuencia, por ejemplo la rabia. La conclusión es que los lectores afrontan la vida de manera más positiva que los no lectores y que saben disfrutar de su tiempo libre de una manera más enriquecedora.
No voy yo a enmendarles la plana pero, para este viaje nos bastaban las alforjas de Quevedo, quien retirado a la paz de sus desiertos ya versó que «En fuga irrevocable huye la hora; pero aquélla el mejor cálculo cuenta, que en la lección y estudios nos mejora».
Y la semana que viene, hablaremos de León.
Felices los lectores
11/11/2015
Actualizado a
13/09/2019
Comentarios
Guardar
Lo más leído