28/11/2020
 Actualizado a 28/11/2020
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El arte está en crisis, la pandemia lo está barriendo al igual que ha barrido a casi un millón y medio de almas. Los que quedamos, por lo visto estamos amenazados por la ‘fatiga pandémica’, un mal que hunde en la apatía y la depresión

En ‘El hombre en busca de sentido’, Víctor Frankl, el neurólogo que narró en primera persona las fases por las que pasaron los prisioneros de Auschwitz que sobrevivieron para contarlo, dice que, tras el impacto al llegar a los campos comenzaba esa fase de embotamiento emocional, de falta de empatía ante el dolor de los otros que se presencia día tras día.

Según Frankl hubo dos tipos muy distintos de supervivientes, los que lograron encontrar un sentido a su vida aún en las peores circunstancias, y los que se endurecieron y fueron capaces de traicionar a sus propios compañeros.

«Los mejores de entre nosotros no regresaron a casa», frase triste y advertencia contra la fatiga pandémica.

Llevamos meses de medidas restrictivas, vamos agachando la cabeza y contemplamos el bochornoso espectáculo de los que se han endurecido y aprovechan la coyuntura para despedazarse y dividir.

Una polaridad que se alimenta del silencio de los fatigados, de los que ya sólo piensan en cómo pasar los días, convertidos en la mínima expresión existencial.

Me duele el silencio de los que tendrían algo que decir sin acudir al insulto, pero no lo hacen porque están ‘fatigados’.

Ese arte que está en crisis, nos invita a que nuestra vida se eleve sobre las circunstancias, a que nos pongamos en la piel de los demás, nos muestra lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, es faro o advertencia, porque como también Frankl escribió:

«El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el ser que ha entrado en ellas con la cabeza erguida».

Que el desconocimiento de la historia lleva a repetirla es una frase que nos han dicho a menudo, pero que en este momento debe resonar con un eco particular.

La humanidad ha vivido escasos periodos de paz. la historia es una encarnizada lucha por el poder.

El arte es un recordatorio de que la vida no ofrece seguridades ni certezas, pero de que, aun así, el hombre posee la capacidad buscar un sentido. No ofrece soluciones sino despertares, y finalmente, a lo que nos invita es a que nuestra vida sea arte, a mantener la conciencia de dignidad incluso en la pobreza más extrema y a que esa dignidad inherente al ser humano nos recuerde que somos uno, a respetarnos en nuestras diferencias. y a mantenerlo. hasta que la muerte, esa realidad que nos iguala, nos separe.
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