Por tu vida, el marinero, / dígasme ora ese cantar. (...) / Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va», decía el viejo romance para dejar claro lo que en lleunés de andar por casa sería que mis compañías se ganan el privilegio de serlo.
Y el perro, es una evidencia, se ganó que su ama (más bien compañera) le diga su canción. Y el ama (más bien compañera), es una evidencia, se ganó que su perro le diga su canción.
Y fue ella quien eligió el traje negro para que hiciera juego con la piel de su compañero. Y fue él quien le eligió el paraguas para que le hiciera juego con su correa.
Y es él quien mira para el mismo horizonte que ella mira. Porque si un día ella no está él recorrerá esos caminos que lleva grabados en su memoria para buscarla, hasta que la encuentre. Y estará a su lado, contra viento y marea.
Y es ella quien jamás soltará la cadena que les une, jamás se encontrará olvidado en una gasolinera, jamás correrá buscando el humo del coche que desapareció a toda prisa. Se nota.
Hay combinaciones que son perfectas, no hay más que verlas, por más que no haga falta decir que maridan a la perfección.
¿Qué le estará diciendo el perro?
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