Falsifícala... si puedes

27/01/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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Ahí te deja su dueño las llaves para que las cojas si quieres y vayas a hacer unas copias... si puedes y si encuentras quién te las haga.

No lo encontrarás, pero no porque no haya máquinas (que no las hay)sino porque no son llaves de puertas sino de recuerdos, de nostalgias, de formas de vida.

La más grande será del portón del portalón, de los tiempos en los que nuestras casonas tenían corral, tenían allí espacio para el carro y para los bancos de la conversación, puntas para colgar los aperos, sombras para posar los botijos que siempre mantuvieron muy fresca el buen agua de la cercana fuente de la plaza del Espolón.

Será la segunda del garaje que albergó una de aquellas históricas bicicletas de un piñón y una catalina, con portabultos, muchos kilos de peso y la chapa de estar al día con los impuestos, sujeta con unas alambres que dejará bien a la vista ese 66 que explica que «ya está pagado el impuesto de circulación de 1966». El mismo año en el que se quedarían mirando para su Chevrolet cuando era uno de los pocos coches que atravesaba aquella ciudad de calles de barro y niños jugando al fútbol.

Otra sería de la cocinona, que no está reñido ser rico con matar el gocho, más bien todo lo contrario.

Y la llave más pequeña es la de sus recuerdos. De ésa no hay repuesto.
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