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Falseando a Cervantes

23/03/2015
 Actualizado a 13/09/2019
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Con la autoridad que me da el haber dedicado cinco años de mi vida al estudio de El Quijote,de donde nació mi libro «Las montañas de León en el Quijote de Cervantes» me ocupo aquí de la reciente, y supuesta, aparición de unas esquirlas de la osamenta del genio en una cripta del convento de las Trinitarias, de Madrid y de la preparación de dos ‘versiones’ de El Quijote, una adaptada para facilitar la lectura a los jóvenes y a cargo del gran escritor y académico Arturo Pérez Reverte, y otra, adaptada al español actual, a cargo de Andrés G. Trapiello.

Tratar de descubrir el cuerpo de quien tanto sufrió dentro de él, es como buscar ese vaso sagrado, o Grial, en el que, evidentemente, nunca pudo haber bebido un pobre pescador del S. I en Palestina, fundador de la religión más importante del mundo occidental. Pero Madrid está en su derecho de explotar esa mina, aunque debiera pagar por ello de la única forma que se puede hacer con Cervantes que es editarlo una y otra vez y propagar su ingenio.

En cuanto a las dos versiones de la gran obra literaria de Cervantes,y sin ser yo partidario de la ‘prosa de aldea’ del ruso Valentín Rasputín y sus amigos, quisiera distinguir entre traducción y versión, y, sin dejar de lado el consabido y certerísimo aforismo que reza: ‘Traductor-traidor’ creo que El Quijote debiera, si no lo está ya, ser traducido a todos los idiomas existentes en el mundo, en sus formas más primitivas y más actuales. Ahora bien, lo de versionarlo en el mismo idioma o lengua en que fue escrito, bien por motivos de aligeramiento (caso de la versión de PérezReverte) o por facilitar la comprensión (en el caso de Andrés G. Trapiello) a un lector actual, me parecen dos aberraciones artísticas impropias de los tiempos que vivimos y de los personajes que se prestan a ello.

El Quijote, al menos el que yo conozco, es una pieza única, un monumento, una joya, una partitura que no admite modificación alguna. Es la Venus de Milo, el David de Miguel Angel, la catedral de León. Si no es usted un experto y se ve incapaz de interpretar esa partitura, aguarde a que un entendido, una orquesta, o un disco, la ponga a su alcance, y, solo entonces, disfrútela o no, que tampoco es algo imprescindible para seguir viviendo. Que desea usted un aria nada mas, pues bien, escuche o lea esa parte solamente y deje lo demás.

Falsear la maña, en la lucha leonesa, sí; en literatura, no. Esa partitura está escrita en un lenguaje mucho más perfecto y universal que el que le pueda dar ningún otro autor, incluyendo a Lope, aquel genio que tanto odió a Cervantes, tal vez por saberse inferior.
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