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Falsas coartadas

28/10/2021
 Actualizado a 28/10/2021
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No considero una casualidad que mientras se celebraba en Madrid el XII Congreso Confederal de CCOO, en el que resultó reelegido nuestro Secretario General Unai Sordo, estallara algo así como una crisis de gobierno a resultas de la derogación de la Reforma Laboral. En mi opinión es otro capítulo más de la ceremonia de la confusión con la que algunos quieren postergar, una vez más, el final de una regulación que únicamente trajo a este país mayor desigualdad, más injusticia social, y las condiciones sociales de frustración, falta de esperanza en el futuro y desconfianza sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas (no solo de las más formales, sino también de las informales) que algunos sociópatas consideraban ideales para el triunfo de sus ideas supremacistas, reaccionarias y totalitarias.

Que hay quien contribuye a esto por ingenuidad es de pura lógica estadística. Ayuda inevitablemente a ello una nueva realidad del mecanismo de la configuración de la opinión pública caracterizada por el predominio de los intereses privados, vinculados al capitalismo financiero, el poco peso del servicio público en el proceso de información, la generalización de los «nuevos informadores» a través de las redes sociales, sobre los que resulta imposible establecer una auditoria de intereses, y fundamentalmente el imperio de la inmediatez. Hoy hay que opinar casi al minuto. No hay tiempo para la reflexión y para el debate. Las cadenas de televisión y de radio se llenan de tertulianos que necesitan sentar cátedra sobre cualquier cosa en cada momento, conozcan o no del asunto a tratar, pues de esa respuesta inmediata depende su reputación, y en consecuencia su propio puesto de trabajo. Nosotros, como organizaciones sindicales, también nos vemos presionados por esa inmediatez. Se publica el borrador de los Presupuestos Generales del Estado, con sus miles de páginas, y apenas una hora después somos interpelados y urgidos a tener una opinión sobre los mismos. Se publica la Encuesta de Población Activa a las nueve de la mañana y a las nueve y diez somos requeridos a hacer valoraciones. La prisa, así, lo consume todo y favorece la construcción de ideas sobre la realidad llenas de prejuicios y, a la postre, de conservadurismos, porque nunca hay tiempo para valorar las novedades y los cambios, y no solo para entenderlos, porque en el fondo ni siquiera hay espacio para comprender que se están produciendo o que se están proponiendo.

Pero volvamos a eso de la Reforma Laboral y de la ceremonia de la confusión. La liturgia de esta tiene un kyrie eleison muy particular. Se habla hasta la saciedad y se establece como un dogma de fe que el programa Next Generation de la Unión Europea impone como una condición para la recepción de los fondos económicos que, post hoc ergo propter hoc, pone en peligro por parte de un Gobierno irresponsable la salida del pozo al que nos llevó la pandemia de la Covid-19, el mantenimiento de la actual legislación laboral. Pero se miente o se habla sin conocimiento.

Los compromisos adquiridos por el Gobierno español en el llamado componente 23 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia no incluyen el mantenimiento de la reforma laboral. Es más, en ningún caso la Unión Europea ha pedido en ninguna instancia de ningún tipo mantener el actual marco desregulatorio de las relaciones laborales que propicia la precariedad y la temporalidad. Todo lo contrario, lo que sí ha valorado positivamente es la adopción de medidas que reduzcan el abuso de la contratación temporal. ¿Vincula los fondos a reformas? Eso es verdad. Pero si la vinculación se establece para garantizar la eficacia de esas inversiones públicas, y esta se mide en la capacidad de digitalizar el aparato productivo, de incentivar la formación de las personas trabajadoras y de la mejora de la productividad, entre otras cuestiones, ¿Cómo va a ser posible hacerlo con una legislación laboral que apuesta por el empleo precario mediante el abuso de la contratación temporal, que promueve la rotación permanente en un mismo puesto de trabajo impidiendo de facto la formación y cualificación, y que establece un modelo de competitividad basado en salarios bajos y condiciones de trabajo precarias?

Algo no casa en todo esto. Como vemos, se utiliza a Europa como coartada para no tener que reconocer ante los trabajadores y trabajadoras de todo el país que se defienden posiciones políticas propias, de raigambre carperovetónica, de inspiración reaccionaria y que responde a intereses de una élite, no de los que vivimos del trabajo, sea este manual o intelectual. ¿Es una reacción instintiva de defensa de sus posiciones de poder o es una estrategia calculada de manipulación?

Leo a Paolo Gentoni, comisario de finanzas de la Unión Europea: «La reforma que aborde la segmentación del mercado laboral es tradicionalmente una de las principales recomendaciones». Y con esto esto me queda claro que los de la ‘coartada europea’ mienten a la ciudadanía. Y continuo leyendo: «Creo que el método que eligió el Gobierno para intentar construir esta propuesta a través del diálogo con los interlocutores sociales es un buen método». Y me entra un cabreo de proporciones siderales.

Vuelvo al principio y entronco con la casualidad de la crisis de gobierno con el XII Congreso de CCOO. Comprendo que a los de la coartada no les vale ni el objetivo ni los métodos elegidos. Que una derogación de la Reforma Laboral se negocie con centrales sindicales que, a su pesar, son las mayores organizaciones de cualquier tipo que existen en España no casa con sus intereses. Porque no solamente aportará soluciones a la clase trabajadora y resolverá los problemas que ellos creen son el caldo de cultivo perfecto de sus planes de involución democrática, sino que además aporta una legitimidad y un protagonismo a la clase trabajadora en el desarrollo económico del país que no están dispuestos a aceptar. Nos dicen sin palabras que el pueblo está para ser gobernado, no para participar en el gobierno de lo común.

Pero no veo el final al abonado constante de este relato falaz. Algún ingenuo tal vez se haya replanteado lo que repetía como una escopeta de feria, y consciente ahora de haber sido utilizado como una marioneta, se sienta herido en su orgullo y se plantee recomponer lo hecho hasta ahora y empiece a señalar a los de la coartada europea. Lo espero sinceramente, porque los hay que ya anuncian viajes a Europa para decir que este país es un sindiós y que poco menos que Europa debería disolvernos y ponernos una Comisión Gestora que nos gobierne. Y el tono adquirido es de pasarse ya cuatro pueblos.

Porque, como dice mi compañero y amigo Joan Coscubiela, lo de la coartada ya empieza a rayar el chantaje, y eso, aquí y en Roma, y por supuesto en cualquier estado democrático es simplemente un delito.
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