Fallece Fer, el final de la historia más 'fermosa' del humor gráfico

El dibujante e historietista leonés afincado en Barcelona, que fue director de El Jueves y El Papus, falleció este lunes a la edad de 71 años

Fulgencio Fernández
14/09/2020
 Actualizado a 14/09/2020
El dibujante José Antonio Fernánder, Fer, en una de sus frecuentes visitas a León. | MAURICIO PEÑA
El dibujante José Antonio Fernánder, Fer, en una de sus frecuentes visitas a León. | MAURICIO PEÑA
Fer era un señor muy serio que siempre te arrancaba una sonrisa, con su ironía, con sus dibujos y viñetas pero, sobre todo, con su ternura. La ternura siempre fue el arma que utilizó José Antonio Fernández para que nada suyo resultara ofensivo, todo lo contrario. Sólo él podía llevar al cura don Urelio al puti-club de Benavente sin que pasara nada que no fuera una sonrisa, sólo Fer podía hacer nacer en León a Don Mendo sin que se revolvieran en sus butacas los amigos del dato…

Porque sus historias son fermosas, eran fermosas, incluso luchando contra una tremenda enfermedad que le robó las fuerzas, pero no el humor, su humor de profesor de historia, que era su otra profesión. Os recuerdo una cosa. Cada año que la Cultural jugaba una fase de ascenso le pedíamos un dibujo para ilustrar el suplemento, para animar a la Cultu. El año que ascendió Fer estaba muy enfermo, hospitalizado, pero pidió un portátil y mandó un correo: "Si llego a saber que el gafe era yo hubiera enfermado antes".

Y no me extraña pues Fer quería a León sin razón ni motivo pues esta tierra tampoco es que fuera excesivamente generosa con él. Cuando recibió la Creu (Cruz) de Sant Jordi 2018, la máxima distinción que puede recibir un civil en Cataluña, no es que tiraran cohetes en su tierra. Pero él le daba la vuelta al argumento: "Me ha felicitado el Ayuntamiento  de Mansilla de las Mulas, mi pueblo". Luego añadía que también Sandro Rosell, Joan Manuel Serrat… y el Perich desde el cielo.

Y todos los humoristas gráficos para los que Fer era dios.

Se ha ido con su hermano el Perich. Ya no pudo más en su dura batalla y cuando se sintió mal en la noche del domingo supo que era el final de su fermosa historia. Se lo dijo a los sanitarios que acudieron a su casa.

Había pasado por León hace un par de semanas, volvió a llamar a sus amigos que le encontraron como siempre desde que enfermó, flaco, débil y con sus tiernas ironías. "Lo de la pesca sin muerte me viene muy bien, porque no necesito decir que no pesqué, todo el mundo da por hecho que las tiré al río y yo no digo nada, porque mentir no me gusta".

Tenía 71 años. Nació en Mansilla de las Mulas, donde su padre era guardiacivil, militante de la bondad y del cocido de Sorríos, que trasplantó a Barcelona y allí se hicieron famosos sus cocidos leoneses, en los que podías encontrar de Jordi Pujol a Vázquez Moltalbán "y no reñían, que un buen cocido no deja tiempo para tonterías".


Fer siempre fue fiel en esta Cataluña tan extraña hoy al legado de su padre, el guardia civil, del que jamás olvidó lo que les dijo viajando en el tren camino de su destino en Barcelona. "Familia,  vamos a una tierra que tiene otras costumbres, habrá que acostumbrarse a ellas; vamos a una tierra que tiene otro idioma, habrá que aprenderlo; pero eso no impide que jamás os olvidéis que sois de León, nunca neguéis que sois de León".

¿Cómo qué nunca lo neguéis? Fer casi lo llevó al límite. Tenía un programa mensual en la Televisión Catalana y el  atrezzo del mismo siempre eran unas vueltas de chorizos de León, haciendo patria y en agradecimiento al juego que le dio en sus viñetas el doble sentido de los chorizos de León; que siempre aparecían en sus viñetas, como lo hacían los ríos leoneses o el equipo de baloncesto femenino con el que colaboraba su amigo Arricio. Siempre estaba allí León, como le dijo su padre, tanto que fue a recibir la Creu de Sant Jordi con un pin en su solapa, de la Basílica de San Isidoro.

Y, además de su pasión leonesa, Fer era dios en Cataluña y en cualquier lugar donde hubiera alguien que conocía el ABC del humor gráfico. Fer estuvo en todos los grandes, desde Mata Ratos y En Patufet a El Papus para  desembocar en El Jueves, la revista de humor que sale los miércoles, siempre de la mano de sus inseparables Perich, Gin… Y más de tres décadas con una tira diaria en el Avui.

El remate de la historia de su padre siempre era el mismo. Hacía una pausa, se ponía más serio si se puede y decía, "osti tú; qué felicidad en su entierro ver la iglesia abarrotada y gentes de todas las tendencias políticas, del PSUC, el PCE de allí, a los de Convergencia… Y todo por un un guardia civil".

Pues no te quiero contar Fer cómo va a estar en tu adiós. Es posible que acuda Machado a agradecerte esa desconocida tradición anual tuya, acudir a su tumba en Colliure a hacerle una visita. "Yo le llevaba un dibujo y lo dejaba allí, sobre su lápida, y robaba una de las numerosas banderas de la República que siempre había allí. Bueno, algún año me llevé dos, cuando me parecía que el dibujo era bueno".
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