Fallece el hombre que sembró León de 'buena letra'

Jesús Gigosos, el calígrafo leonés que extendió la pasión por este arte con numerosos talleres y cursos, ha fallecido a los 61 años en Fresno de la Vega

Fulgencio Fernández
08/01/2023
 Actualizado a 08/01/2023
Jesús Gigosos en su taller de Fresno de la Vega con algunos de sus trabajos artesanos en caligrafía. | MAURICIO PEÑA
Jesús Gigosos en su taller de Fresno de la Vega con algunos de sus trabajos artesanos en caligrafía. | MAURICIO PEÑA
Hay lugares, aquellos que tienen en su interior a un ser extraordinario, a los que siempre quieres volver, pasar a verlos trabajar, beber su tranquilidad, disfrutar se su saber y recargar las pilas de la belleza con un simple nombre escrito en tinta con las letras más bellas que un escribano puede hacer. Es lo que siempre ocurría con Jesús Gigosos y su taller de caligrafía, su espacio dedicado al arte del bien escribir, de convertir tú nombre en una obra de arte o un marcapáginas en algo irrepetible y del que nunca habrá otro igual.

Pasar por Fresno de la Vega y no entrar al taller de Jesús G. Gigosos simplemente a disfrutar del artesano de las letras y escuchar su voz pausada debería estar penado; pero la pena se ha convertido en ausencia eterna pues con el nuevo año llegó la irreversible noticia de su muerte con tan solo 61 años, con tantas cosas por hacer. La debilidad de su voz en los últimos tiempos preocupaba pero las gentes del mundillo del arte, de la artesanía, de la veterinaria, de la bondad se vieron tristemente sorprendidas con su adiós, tan joven.

Por suerte, sirva de consuelo, queda su semilla en tantos y tantos alumnos que han pasado por los talleres que cada año impartía en la Universidad llegando a crear el Aula de Caligrafía y en tantos pueblos, en el Jardín de las Artes, en tantas semanas culturales, en tantos lugares a los que siempre volvía porque por donde pasaba una vez le esperaban otra. Queda la semilla en sus tres hijos —dos de ellos adoptados en Etiopía, Abraham e Isaac— y, sobre todo, queda un taller artesano abierto con todos sus recuerdos y la figura de su mujer Olga Moledo, que mientras trabajaba en su especialidad — la joyería artesanal, esmalte al fuego y arte textil— siempre parecía estar escuchando a Jesús como si fuera la primera vez. Olga sigue en aquel taller que fue una de las salas del histórico Tren Burra de Fresno de la Vega, rodeada de obras de Gigosos, de frases escritas por él, de letras hechas adorno, de detalles para bodas, bautizos o celebraciones, de consejos escritos que seguirán en el aire para quien los quiera coger, como siempre, cuando él los regalaba con esa voz pausada que se fue apagando... Y, sobre todo, de esos nudos celtas, su gran especialidad después de practicar mucho tras un curso con un ingeniero aeronáutico francés.Hablando de ‘alumnos’, de continuadores de su obra, en un reportaje realizado en su taller en los tiempos grises de la pandemia hablaba Gigosos de alguno de aquellos alumnos: «Ahí está Toño Gordón, el creador de El Escribano desde hace casi 20 años o Ricardo Escobar, que dibuja cómic; también Yolanda Espinosa, que vive por el Curueño y también pinta en piedras»; pero en lo que insistía siempre es en hablar de los pioneros de un arte en el que llevaba de manera profesional los últimos 25 años: «Me parece importante recordar a los dos nombres que abrieron camino en los años 70 y 80, que fueron Rufino Cadenas y José Luis Vázquez, que trabajaba en un banco. Rufino todavía sigue en activo, con 81 años, y Vázquez creo que lo ha dejado y se centra más en seguir la carrera artística de su hija, la soprano Pilar Vázquez».No era Jesús de esos artistas dados a echarse muchas flores, pero sí reconocía que algo tenía que ver con haber sembrado esta tierra de aficionados s la buena letra, la bella caligrafía. La vida de Jesús González Gigosos parecía estar predestinada a discurrir por los caminos de la Veterinaria, hijo de veterinario con una hermana que también estudió esa carrera... y Jesús fue veterinario. Cursó la carrera en León, ejerció en Lugo y después se trasladó a Escocia para proseguir su formación, especialmente en el campo de la nutrición animal. A su regreso ejerce en la provincia de Palencia.Hasta que hace más de dos décadas decide hacer realidad una especie de juego de palabras que repetía con frecuencia como explicación: «Decidí que la Veterinaria fuera mi segunda profesión y encontré en la caligrafía mi segunda oportunidad».

Le llamaba segunda oportunidad porque en su memoria nunca se habían borrado los recuerdos de cuando comenzó a sentirse atraído por este arte,cuando en Las Anejas «el maestro Elpidio Barriada nos explicaba las máximas de la buena caligrafía y también recuerdo la emoción que sentía ante aquellos viejos Cuadernos de Caligrafía de Rubio, que rellenaba con placer».

Y escuchó Jesús la llamada de aquellos recuerdos y su vocación y se entregó a la caligrafía, de manera profesional, algo que le convertía, decía él con su ironía particular, en un bicho raro; y lo explicaba con un ejemplo que le había ocurrido, no hace mucho tiempo: ««En 2019 acudí a Zaragoza a un encuentro de calígrafos, es creo la quinta ciudad más grande de España y no había ningún profesional de la caligrafía por lo que no entendían que se cobrara por ello, que fuéramos profesionales».

Triste inicio de años, el día de su 62 cumpleaños, se nos iba el hombre que sembró la provincia de buena letra.
Lo más leído